Si existe una palabra para resumir el estilo musical de Beck, es eclecticismo. A lo largo de dos décadas se ha convertido en un ícono del rock alternativo yendo de un género a otro, pasando del hip hop a las canciones de mariachi que escuchaba en las calles de Los Ángeles.
Hasta ahora su fibra subyacente era la ironía. Más allá de dos álbumes que supusieron un alto en sus sombrías autoreflexiones, Beck ha desconcertado a generaciones de oyentes con fantásticos juegos de palabras y la creación de un universo lírico particular. En su décimo trabajo, Colors, que se lanza el viernes, el cantante cambia de registro otra vez, pero en esta ocasión se encuentra más cerca que nunca de un álbum pop directo.
Colors es la continuación del álbum de 2014 Morning Phase, uno de los dos giros melancólicos de su carrera. El disco ganó el Grammy al álbum del año, sorprendiendo al propio Beck y a parte de la industria musical, ya que competía con superventas como Beyoncé. Pero mientras ese material era minimalista y solitario, este hace honor a su nombre y es intenso. En él, Beck se siente liberado. “¡Soy tan libre!”, grita el artista en una canción. El tema, destinado a convertirse en popular, comienza con unos compases de música pop seguidos por un coro que explota con guitarras del estilo de Nirvana.
El Beck de Colors es el de la euforia más que de la ironía. “Es como ¡Wow! Es como ¡Ahora mismo!” dice el propio artista en la canción Wow. El artista californiano compuso la placa con Greg Kurstin, convertido en uno de los productores más solicitados de la industria musical por sus sonidos audaces e intensos, y coautor de la conocida balada de Adele Hello.
En este disco, Beck, nacido como Bek David Campbell, casado y padre de dos hijos, no solamente suena más accesible, suena feliz.
*AFP