viernes , 22 noviembre 2024
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¿Y la Terminal de Contenedores?

No se trató de que monjitas de la caridad hayan dado mordidas para -filantrópicamente-cobrar menos por los servicios portuarios a prestar.

Bajo ninguna circunstancia se debe transar con el delito y en el caso de la Terminal de Contenedores de Puerto Quetzal, TCPQ,  todos los instrumentos  que fueron utilizados para que pudiera llegar a  perpetrarse  deben caer en comiso,  es decir –pasar a propiedad del Estado– pena que es obligada, de conformidad con la ley,  y que es distinta de  la indemnización que en este caso concreto le pudiera corresponder por los  daños y perjuicios que se le hubieren ocasionado.

La pérdida de los instrumentos del delito –se denomina a esta pena, comiso–   se trata de una pena que es  impuesta por la ley como  una sanción penal que no puede soslayarse y que recae en este caso concreto  tanto sobre el importe económico de las mordidas (sobornos)  como sobre las inversiones realizadas, instrumentos todos que fueron del delito ( concurso de delitos) para llegar a apropiarse de un bien del Estado y explotarlo en detrimento de su patrimonio y, es más, no sólo del suyo sino  del patrimonio de aquellos que usen sus servicios, los  sufridos usuarios.

 Como ya lo expliqué desde las páginas de El Periódico –con la misma libertad con la que pude hacerlo entonces  y que caracteriza todos  mis artículos– lo hago desde estas:  Nadie –ninguno– da mordidas «por deporte» ni se hace de un contrato para colgarlo como un adorno en la sala de su casa sino para explotar lo que se haya contratado, explotación que en este caso implicaba la realización de inversiones para hacerlo rentable, explotación rentable   a costa  del patrimonio del Estados y, tal y como lo decíamos –más caros–  de los propios usuarios de los servicios a prestar

No se trató de que monjitas de la caridad hayan dado mordidas para –filantrópicamente– cobrar menos por los servicios portuarios a prestar, sino, todo  lo contrario, de «inversionistas» que querían cobrar más, más de lo que hubieran podido pretender si sujetos a una licitación internacional para  conseguir  el bien y explotar el servicio.

Debo reiterar para la tranquilidad de los «afligidos de buena fe» y que tanta preocupación expresaron por el pronto funcionamiento de la Terminal de Contenedores de Puerto Quetzal, sin importar los delitos que para lograrlo se hayan cometido, que no se discute si esta debe operar o no ¡Claro que debe operar y cuánto antes! sino sobre quién es el propietario de la misma, si el Estado o los autores del delito, autores por sí mismos o por haberles sucedido en sus “derechos”. ¿Qué derechos? ¿El delito como fuente de Derecho? ¡Por favor!

Procuraduría General de la Nación y Gobierno e incluidos, también,  interventor y tribunales, fueron arrastrados por la CICIG, estratega de esta, al menos hasta ahora, frustrada  y tan desafortunada transacción  con el delito que eso –y no otra cosa– es olvidarse del comiso y de las medidas precautorias que se deben tomar para  asegurar su cumplimiento,

¿No se promovió una transacción con el delito –oportunidad– y conveniencia por encima de la ley?

¿Qué no es así?  Y, si no es así (sirva también como prueba, este “otro” botón)  ¿Qué pasó con  Pérez Maura?  ¿Acaso tan  ineficiente,  INTERPOL?

¿Qué pasó con el comiso?

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