Cambiar una manzana por una pera, o una zanahoria por una cebolla quizá no tenga ninguna consecuencia más que satisfacer una necesidad de consumo. El sistema de trueque fue usado por centurias en todo el mundo. Todas las sociedades han basado su economía en procesos de intercambio de bienes y servicios. A medida que los grupos humanos fueron haciendo más complejas sus relaciones de producción, distribución y consumo, fueron surgiendo también, mecanismos que les permitieron hacer más ágiles y eficientes estos procesos.
Uno de estos mecanismos, quizá el más importante, es el dinero. Los romanos le llamaban denarius. Para los entendidos en la materia, el dinero posee tres características importantes: es un medio de intercambio, fácil de almacenar y transportar; es una unidad contable, que permite medir y comparar el valor de productos y servicios que son muy distintos entre sí; posibilita el ahorro y la inversión.
Como instrumento que permite el intercambio, el dinero ha pasado por diversos procesos de materialización. Los mayas, por ejemplo, usaban el cacao como dinero. Otras civilizaciones usaron conchas de mar; y así, cada grupo humano que ha poblado la Tierra ha inventado diversas maneras de transformarlo en instrumento de valor.
En Guatemala, durante las centurias pasadas cada hacendado acuñaba su propio dinero. Esto significaba que elaboraban monedas cuyo valor de intercambio solo era posible entre el patrono y los habitantes de la hacienda. Fuera de esta, no tenía ninguna validez. Algo así sucede con algunos países cuya moneda no es aceptada en otros, por no tener tratados monetarios ni mercantiles. Sin que desapareciera el dinero acuñado en monedas de metal, cada país fue imprimiendo dinero en papel. Se aplicaron los criterios más ingeniosos para producirlo. Algunos billetes son verdaderas obras de arte.
Actualmente se habla de dinero electrónico. Bitcoin le llaman y está generalizándose para realizar las grandes transacciones en el ámbito mundial. Aseguran que es la más segura de las monedas, imposibles de falsificar.
La posesión de dinero, sin embargo, ha generado problemas psicológicos en algunas personas, quienes, de manera compulsiva, se dan a la tarea de acumularlo en cantidades inimaginables. Los expertos le llaman Crematomanía a esta enfermedad mental. Nosotros le llamamos simplemente, chuchada.
Los crematómanos hacen cualquier cosa por acumular riqueza. Practican la transa para conseguir sus objetivos. Extorsionan, roban, engañan, usurpan, timan, despojan. Algunos usan la política como vehículo de sus fechorías. ¿Casos? Piense usted en algunos, no le será difícil detectarlos.
Son individuos insaciables en cuanto a acumular dinero se refiere. Y por esa sed, se convierten en presas de su propia fortuna y terminan siendo personas mezquinas, avaras, socialmente insensibles. ¡Qué asco, cochino dinero!