No, ni y tampoco son palabras recurrentes en la coyuntura del país. “No queremos a los actuales diputados ni a los eventuales sustitutos; tampoco que los mismos compitan en nuevos comicios”.
Y es que como consecuencia del comportamiento, a veces individual y otras en colectivo, el Congreso de la República ha corrido para desgastar su imagen y credibilidad.
El voto “Chimoltrufio”, que un día decide de una forma y de pronto cambia de postura con inconsistentes argumentos para defender lo indefendible, abonan a motivar los enojos ciudadanos.
También vemos que fallece uno de los parlamentarios y el acto inicial de quien llega a ocupar la vacante es congelar la plaza que tiene como personal permanente en ese recinto del Estado.
Vale señalar que Lesly Valenzuela de Paz no es precursora en garantizarse la continuidad salarial, pues en distintas legislaturas ha ocurrido esa criticable práctica de aferrarse a estar en la nómina.
Pedro Méndez Carreto fue intrascendente año y medio, pero hace una semana acaparó los reflectores con declaraciones que superan el estilo cantinflesco y por organizar con sus seguidores un respaldo que dejó en evidencia aquello de que no hay almuerzo gratis.
Dichos pasajes apenas sirven como postales decorativas, ya que entre los despropósitos de fondo figuran las largas que el pleno viene dando a variedad de iniciativas, entre ellas la ley electoral.
Ha quedado en claro que la clase política se ha visto rebasada por las demandas populares, y a causa de su errático andar ve amenazado el principio de ejercer el poder y mantenerlo. Una de las exigencias cívicas es democratizar los partidos y uno de los debates se centra en los requisitos para crearlos, pues el sistema estimula cacicazgos y la influencia suprema del recurso financiero, situación que deriva en congresistas que no responden a las expectativas generales.
Quienes hoy quieran fundar un instituto público deben empezar por reunir a 455 personas y al ser admitidas para iniciar el proceso deben alcanzar una militancia de 22,650 y celebrar por lo menos 63 asambleas, entre municipales, departamentales y una nacional.
Obviamente, de cara a las elecciones de 2019 se antoja complicado esperar vehículos de nuevo ingreso que postulen candidatos renovadores, más con el freno impuesto por la comisión legislativa a la propuesta de reducir a 7 mil el número de militantes. Por supuesto, la calidad de la membresía es un tema que debe analizarse cuando se habla de cantidades.
Así las cosas, de no producirse modificaciones sustanciales, tendremos una cita en las urnas con los partidos tradicionales y altas posibilidades de que vuelva a instalarse una mayoría de los que sentados en la curul defraudan, traicionan o se aprovechan de la voluntad popular.