La coyuntura política y el libertinaje de opinión ha permitido la
descalificación de personas que temporalmente son funcionarios y que llegaron al poder por la vía correcta, la única que nos permite la democracia, que se llama proceso de elecciones generales a cargo del Tribunal Supremo Electoral. Una transición después de momentos difíciles, política y administrativamente, que ha dejado a personalidades en prisión defendiéndose de acusaciones que hasta la fecha siguen en audiencias sin terminar. Que de lo político-social pasaron a lo jurídico-penal. Momentos históricos que para unos fortalecen la democracia y para otros la debilita ante la apreciación internacional.
Con mi pensamiento de hoy no pretendo defender personas, busco ampararme en los preceptos científicos que me han formado durante la preparación académica, y tener base empírica y teórica para dar mi opinión en cuanto a la fisura que seguimos causando, en no dejar que la institucionalidad se estabilice y avance en la búsqueda de cambios sistemáticos y sistémicos en Guatemala. Pretendo aportar desde otro punto de vista distinto al linchamiento mediático institucional, que a la par de las protestas sociales (que están en su derecho de manifestar) han creado sismos provocando detención o congelamiento del desarrollo del Estado, por la misma desconfianza, incertidumbre y duda que resulta del rebote de las protestas democráticas, manipuladas y dirigidas por intereses específicos que pretenden evitar el avance de la institucionalidad del país. Es cierto que deben darse cambios, de eso todos estamos de acuerdo, pero no es la manera como hay que hacerlos. Se deben hacer reformas en normas jurídicas que apoyan la democracia, pero se deben abrir mesas de diálogo, con verdaderos representantes de la sociedad, academia, políticos, iglesias, campesinos, trabajadores y no repartiendo miedo.
A la larga, el único afectado es la institucionalidad del país, los organismos del Estado, aquello que articula el trabajo de un gobierno, parte de un todo, se paraliza, incluyendo los gobiernos locales, que con esa desconfianza e inseguridad pierden el control social, la inversión, la ejecución. Es cierto, tampoco podemos mentir que hay corrupción. Sectores que han tenido el poder y no quieren soltarlo. Eso es lo que hay que atacar. Es precisamente lo que hay que cortar de tajo, no interrumpir un proceso que avanza despacio, pero va caminando. Luchemos contra la corrupción, la manipulación, el narcotráfico, contrabando de armas, personas y productos, sicariato, crimen organizado, pero por favor no interrumpamos el proceso institucional, porque podemos perder todo lo que se ha avanzado, sobre todo, la libertad y los derechos inherentes a la persona. Aportemos con ideas, propuestas y diálogo. Dejemos que cada organismo del Estado haga su trabajo, mientras tanto fortalezcamos la democracia del país con acciones positivas que lleven a garantizar la continuidad del proceso hasta la próxima contienda electoral, que por cierto, ya se observa en el horizonte.