Para muchos son harpas, halos y alas de ángel; para otros, esferas celestiales y planos astrales. Están también los que creen en la reunión con familiares y amigos en campos elíseos. Cualquiera que sea su visión de lo que hay después de la muerte, Hollywood ya lo inmortalizó en celuloide. Desde Heaven Can Wait y It’s a Wonderful Life, hasta The Sixth Sense, aún la película de horror más exitosa de todos los tiempos, la meca del cine ha ofrecido por décadas una mirada al reino celestial. El más reciente intento es Flatliners, una nueva versión del clásico de 1990 acerca de estudiantes de medicina que se asoman al otro lado.
La cinta de Niels Arden Oplev tiene un elenco joven, liderado por la nominada al Óscar Ellen Page (Juno) junto al mexicano Diego Luna (Milk, Rogue One: A Star Wars Story), Nina Dobrev, James Norton y Kiersey Clemons, además de mucha autenticidad médica. “La muerte es el último gran misterio de alguna manera, es como la profundidad del mar o del espacio. Sabemos más del ‘Big Bang’ que del conteo final”, dijo el director danés.
Aquellos que son mayores de 40 años recordarán la premisa de Flatliners: estudiantes de medicina obsesionados con el misterio del más allá, que se embarcan en un experimento ambicioso y peligroso. Al detener sus corazones por cortos periodos, cada uno tiene su propia experiencia cercana a la muerte mientras sus colegas monitorean su actividad cerebral para ver si pueden encontrar alguna prueba de lo que ocurre después de la muerte. La cinta original estuvo protagonizada por Kiefer Sutherland, que tiene una fugaz intervención en el remake, Kevin Bacon y Julia Roberts.
Una crítica
Oplev explicó, además, que su película, coproducida por Michael Douglas, critica también un aspecto de la cultura estadounidense, cuando los personajes descubren que esta muerte temporal no solo les muestra el más allá sino que también mejora sus habilidades. “La competencia para construir una carrera, tener un trabajo es mucho más difícil para la juventud hoy que hace 27 años, y los chicos toman cualquier clase de porquería para estudiar 12 horas, para mantenerse despiertos”, indicó. Explicó que llegan a tener el deseo de tomar una pastilla como un atajo a la grandeza, y de repente se dan cuenta de que fue divertido, maravilloso, pero que les llegará la cuenta. La factura en Flatliners es exorbitante: mientras los personajes experimentan con muerte y resurrección, son obligados por horrorosas criaturas sobrenaturales a enfrentar acciones pasadas de las que se arrepienten.
Reinterpretación
La ciencia ha avanzado tanto en este cuarto de siglo, que el director trabajó con expertos médicos para adaptar la trama a la tecnología moderna. Cada diagnóstico y prescripción tenía que ser auténtica, y a los actores se les enseñó cómo usar los equipos de forma correcta y colocar inyecciones como lo haría un profesional.
A pesar de lo que se vende en Hollywood, no se puede resucitar con un choque eléctrico sin antes tener un latido del corazón. Incluso las clásicas paletas no se usan más, pero se mantienen en las películas porque lucen más dramáticas que los parches adhesivos. “Obviamente, hacemos un filme de Hollywood, y no un documental; nos tomamos algunas licencias, pero en general tratamos de ser lo más precisos posible”, mencionó la consultora en salud, Lindsay Somers, quien trabajó en la producción con un equipo de enfermeras, radiólogos y neurocirujanos.
La cinta se estrena mañana en Estados Unidos y a mediados de octubre en los principales mercados de América Latina. Otra diferencia con la película original es que Oplev inyecta más terror psicológico para una generación que difícilmente se impacta con algo. “La primera película fue de gran inspiración”, aseguró el director, que la vio dos veces durante la producción. “Más que hacer un remake, hicimos una reinterpretación”, concluyó.
*AFP