Por: Miguel Á. González
Fue uno de los grandes porteros guatemaltecos, y se distinguió por su coraje y valentía, características que le sirvieron para destacar bajo los tres palos. Sin ser espectacular, su constancia le permitió ser titular en el glorioso equipo Tip. Nac. y fue uno de los pilares, junto con Federico Rodríguez y Pedro Armendaris, con los que se consagró campeón en 1951. Con ellos conformaba una muralla difícil de romper.
Lo conocí en 1944, cuando él defendía los colores verdes del Chichicaste Júnior, que militaba en el Campo Marte. Era alto, delgado, de tez morena y cabello rizado. Acostumbraba a usar las medias abajo y atraía las miradas de los aficionados porque era puntual en los achiques y era seguro en el juego aéreo. Cuando lo vi en la Liga Mayor, con el equipo de las simpatías, imaginé que estaría allí muchos años.
Hay personas que aún lo recuerdan, pues conservó la titularidad con su equipo durante un prolongado tiempo. Mashico, cuyo nombre era Tomás, recomendó a sus cuñados Jaime y Quico García, del barrio La Palmita. Los jóvenes respondieron y también llegaron a ser baluartes albirrojos. Jaime era delantero y con Guayito de León formaron una dupla de goleadores que se entendía bien.
Jorge era volante y con el tiempo se convirtió en periodista. Escribió una nota cuando le hice entrega de un ejemplar de mi libro Impresiones de un viaje a Los Ángeles al exdirector del Diario de Centro América Julio Santos. No sé qué haya sido de Mashico, pero lo recuerdo siempre como un guardameta cuya constancia lo llevó a lo alto.
Fue otro de los deportistas destacados que radicó en La Palmita y San Pedrito, junto con otros que se forjaron jugando con pelotas de trapo o correa, las cuales pesaban mucho cuando se mojaban, y para evitar que eso les dañara la frente al cabecear, ellos se colocaban un pañuelo para amortiguar el golpe. Así era nuestro futbol, no como ahora, que hasta en la Liga de Tercera División hay futbolistas extranjeros que no rinden más que los nacionales.
