Pueda que el balón no brinde soluciones en la vida, pero sí alegrías. Está inmerso en la cultura de cada país y ha servido de oxigenación para esos momentos de angustia, tristeza y congoja en la sociedad. Tiene la capacidad de cambiar estados de ánimo.
También es cierto que es uno de los deportes más conflictivos, ya que más allá de la rivalidad deportiva, entre jugadores y aficionados a veces se protagonizan altercados que atentan contra el objetivo principal de la disciplina: diversión y espectáculo.
En los países de Medio Oriente, un balón es sinónimo de alegría; es el regocijo entre las balas, según fotos y documentales de agencias internacionales. En los lugares más recónditos, subdesarrollados, también la pelota sirve para salir de la depresión.
México se ha convertido en foco de atención a causa del terremoto sufrido el 19 de este mes, y el futbol ha sido quizás no una válvula de escape a la crisis, pero sí un aliento a la reconstrucción, un llamado a la restauración.
Para muestra, un botón: las 24 mil 600 personas que atendieron al llamado de los rayados para presenciar su entrenamiento a 20 pesos mexicanos, cuyos fondos recaudados serán donados a los damnificados.
Otros futbolistas, como Miguel Layún y Javier Hernández, crearon una iniciativa para ayudar. Por eso, el balompié talvez no da soluciones, pero aporta su grano para tratar de encontrarlas. Fuerza a los hermanos mexicanos.