Desde 1994, el 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Alzhéimer. La fecha fue la elegida por la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Alzhéimer, con el propósito de dar a conocer la enfermedad y solicitar el apoyo y la solidaridad de la población en general, así como de instituciones y organismos oficiales.
A día de hoy, la enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia. Requiere cuidados completos y continuos con costes muy elevados. En España, según datos de la Confederación Española de Asociaciones de Familiares de Personas con Alzhéimer (CEAFA), hay alrededor de 1,5 millones de personas afectadas. Es considerada como la nueva epidemia del siglo XXI, debido a su elevada incidencia y alcance social.
Esta enfermedad es neurodegenerativa y progresiva, y aunque los fármacos actuales consiguen frenar parcialmente su progresión, no existen tratamientos curativos. El primer caso de esta demencia fue descrito por el Dr. Alois Alzheimer en 1906. Desde entonces la labor investigadora ha pretendido avanzar en el conocimiento de los factores causales y la fisiopatología, con el objetivo de desarrollar terapias que contribuyeran al control de sus síntomas tanto de pérdida de memoria como alteraciones de conducta, al retraso en su evolución y, en última instancia, a su curación. La realidad es que, además de las dificultades comunes a toda investigación en nuevos medicamentos, en el campo de la enfermedad de Alzheimer existen problemas añadidos, como la falta de modelos experimentales totalmente adecuados y el hecho de que los ensayos clínicos para poner a disposición de los pacientes nuevos medicamentos están sujetos a mayores dificultades que en otros ámbitos de la Medicina. Este nuevo acercamiento desde múltiples disciplinas ha venido avalado por la confirmación de que los primeros cambios que se producen en el cerebro aparecen veinte o treinta años antes de que se manifiesten los síntomas de la enfermedad. Ese tiempo se considera crítico para prevenir y retrasar los efectos devastadores del alzhéimer. Siguiendo esta línea, en los últimos años se ha avanzado en comprender qué relación existe entre esta demencia y la insulino-resistencia, el estrés, la depresión o la hipertensión. No obstante, la investigación biomédica, en general, y en la enfermedad de Alzheimer en particular, están sufriendo de forma acusada por la falta de financiación. Los problemas económicos han afectado especialmente a la investigación.
En la tesitura en la que nos encontramos, el Día Mundial del Alzhéimer debe servir para recordarnos la terrible presencia de la enfermedad en nuestra sociedad, pero también para impulsar la investigación. Nuestra sociedad no se puede permitir el altísimo peaje que supone a corto, medio y largo plazo la reducción de los recursos dedicados a investigación, tanto en términos económicos como de salud, pero sobre todo en el ámbito familiar y social.