Bajo la lluvia y con la ilusión de ir a trabajar con las muchachas guías, corrió lo más que se pudo para llegar a tiempo. De pronto, se apagó el motor.
Aún dio tiempo de confirmar la asistencia. Pero solo Dios sabe por qué pone un alto en el camino y los propósitos que tienen los cambios inevitables en los planes del ser humano. El aguacero era torrencial ese día y caía sobre todos buenos, malos, ricos, pobres, los de allá y los de acá. La billetera vacía y el celular sin saldo. Abrió el baúl para que se viera que estaba descompuesto; con la llave de chuchos golpeó la batería, como cuando el doctor House despierta el corazón de quien está en agonía. No reaccionó.
Del otro lado de la calle, una señora bajó la ventana y ofreció ayuda. Iba vestida elegante, se bajó sin sombrilla y propuso empujar. Pasó otro señor y regaló un paraguas. A los lados corrían carros con pilotos que no volteaban a ver. Se hacían los locos.
Se pidió al auto de al lado que se detuviera y el piloto también bajó a ayudar. Una pareja que iba en moto, también ayudó, a ellos se sumaron unos trabajadores y al final la camioneta entró al parqueo que prestó otro ángel, dependiente de un negocio y su guardián. El mecánico dijo que era extraño, que no había desperfecto. Lo probó y hasta hoy funciona.
Guatemala necesita milagros y sí hay ángeles. Unos llegan solos, otros con el mecánico, a algunos hay que pedirles que se detengan o que no se hagan los locos, pero al final responden. En Guatemala también hay escuelas de ángeles, una de ellas era el destino de esa noche, la Asociación Nacional de Muchachas Guías de Guatemala, ahí se entrena a niñas y jóvenes para que hagan el milagro de dejar el mundo mejor que como lo encuentran y estén siempre listas. Está a la distancia de un teléfono: 2332-2665.
Seguro que la lista de peticiones para Dios es enorme. Hay muchos milagros que ya están hechos, esa sanación milagrosa concedida, el pan que llegó a la mesa; el trabajo. Anímese, póngase la camiseta de ángel y haga cambios en su entorno. Ayude, haga una buena obra; o bien cállese, hable, respete lo ajeno. Dé la cara y aprenda a decir que sí o no y
sostenerlo.
Los milagros suceden todo el tiempo, grandes, pequeños, inesperados, sobre todo inadvertidos. Hay ángeles en Guatemala que se tiran al agua sin importar el peinado y el vestuario, otros son obreros y otros son muchachas guías con las que se aprende a trabajar para lograr ser mejores personas y colaborar con dejar el mundo mejor que como lo encuentran. La sesión de las muchachas guías se realizó, se tomaron decisiones, el triángulo del carro se perdió, pero seguro el propósito se cumplió.
A veces anhelamos cambios, creemos que será imposible lograrlos, pero lo que toca es hacer cada uno su parte, colocar la pieza y contagiar a otros. Una opción de primer paso es llevar a una niña a la Asociación Nacional de Muchachas Guías de Guatemala u ofrecerse como voluntaria para entrenar en hacer milagros.