“Al emprender juntos este gran viaje, prometemos que nadie se quedará atrás”. Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
La ONU se ocupa de las personas, sin embargo la universalidad de los derechos humanos que la ONU proclama no se extiende a Taiwán y a sus 23 millones de habitantes. Este maltrato se remonta a 1971, cuando nuestro Gobierno perdió su representación en la organización, y durante décadas Taiwán ha enfrentado desafíos y aislamiento con relación a su situación internacional. No obstante, tal adversidad nos ha impulsado hacia adelante, y nunca nos hemos retraído, porque creemos firmemente que aquellos que siguen el camino de la virtud no pueden quedarse solos.
Cuando viajo por el mundo para cumplir mis deberes como ministro de Relaciones Exteriores, siempre me quedo maravillado de cómo la experiencia de Taiwán ha ayudado a nuestros socios a desarrollarse y crecer en áreas como la protección medioambiental, la medicina y la salud pública, la agricultura, la educación y las tecnologías de la información y la comunicación. Estamos comprometidos a continuar nuestra interacción y cooperación con nuestros amigos y socios, y a mantener la paz, la seguridad y la prosperidad globales mediante una colaboración mutuamente beneficiosa.
A pesar de los esfuerzos y del reconocimiento que Taiwán se ha ganado, a pesar de la necesidad de universalidad y a pesar de la repetida promesa de no dejar a nadie atrás, la ONU parece estar contenta de dejar atrás a los 23 millones de taiwaneses. En mayo de este año, a Taiwán se le negó la asistencia a la 70 Asamblea de la Organización Mundial de la Salud, a pesar de haber participado como observador en los ocho años previos de manera consecutiva. El rechazo a Taiwán –que ha invertido más de 6 mil millones de dólares estadounidenses en la ayuda médica y humanitaria internacional desde 1996, beneficiando a millones de personas en todo el mundo– va en contra del sentido común y crea un punto ciego en las operaciones de la Organización Mundial de la Salud, como aquel que costó vidas humanas durante la epidemia del SARS en 2003. Sin embargo, este trato injusto no ha disuadido ni disuadirá a Taiwán de desempeñar sus deberes tanto con su propio pueblo como con la comunidad internacional. Siendo la 18 mayor potencia comercial y la 11 economía más libre del mundo, Taiwán ha desarrollado sus leyes y reglamentos en conformidad con las convenciones de derechos humanos de la ONU; y respecto a estar a la altura de los valores democráticos, Taiwán ha trabajado tan duro como cualquier otro país –o incluso más– para avanzar en igualdad. En 2016 los taiwaneses eligieron por primera vez a una mujer como presidenta del país, y el 38 por ciento de sus parlamentarios son mujeres. Taiwán es también hogar de una sociedad civil vibrante cuyas organizaciones cívicas se extienden constantemente por el mundo. Y siempre que ocurre algún desastre, los equipos de rescate de las organizaciones no gubernamentales de Taiwán están presentes in situ para proporcionar asistencia, con su dedicación y profesionalidad a la vista de todo el mundo. En la actualidad, Taiwán está trabajando en su primer Informe Nacional Voluntario, que documentará muchos de sus logros concretos con relación a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Por ejemplo, en el campo de la salud pública y la medicina, Taiwán ha estado trabajando en los últimos años con muchos otros países para combatir enfermedades infecciosas como el MERS, el ébola y el zika. Asimismo, Taiwán ha estado impulsando la energía y la economía verdes, con el objetivo de elevar la proporción de energía renovable que se genera para el suministro energético del país a un 20 por ciento para el 2025 –cinco veces el nivel actual–, reduciendo al mismo tiempo las emisiones de carbono para el 2050 en al menos el 50 por ciento, por debajo de los niveles de 2005.
Taiwán puede hacer mucho para ayudar al mundo a construir un futuro más sostenible. El pueblo de Taiwán necesita que la comunidad internacional apoye sus aspiraciones y su derecho a un trato justo por parte de la ONU. Por lo menos, que dejen de cerrarnos las puertas.