En un país borrado del mapa futbolístico, lo único en lo que se puede fijar la atención es en los futbolistas nacionales juveniles, quienes al momento de que Guatemala regrese a la competencia internacional, serán quienes podrán hacer que la azul y blanco florezca o quede sepultada.
Sin embargo, la actividad de estos no es la que debería, puesto que de los 12 equipos de la Liga Nacional, solo Marquense le ha dado participación constante a los más jóvenes de sus filas. En las primeras 8 jornadas exhibió a 4, quienes suman 914 minutos de intervención en la categoría mayor.
En los equipos llamados “grandes”, como Municipal y Comunicaciones, que deberían ser un semillero por las capacidades que tienen, la actividad es aún más irregular para los nóveles.
En la institución blanca solo ha participado Carlos Salvador Estrada; mientras que en los rojos se ha incluido a 3, quienes suman 147 minutos de los 500 que exige el artículo 65 del Reglamento de Competencia.
Petapa ha hecho jugar a 4, pero solo por breves momentos, ya que entre todos suman tan solo 65 minutos. Sanarate es el equipo menos inclusivo, pues no le ha dado juego a ninguno de edad limitada.
En un territorio como el nuestro, que no encuentra el desarrollo futbolístico por ninguna parte, las reglas deben cambiar. La prioridad debe ser para los locales y no para los extranjeros, que llegan para mermar las posibilidades de los que un día nos pueden volver hacer soñar.