Se trata en realidad de lograr una efectiva colaboración entre los ciudadanos.
Dándole continuidad a las ideas que sustentan la premisa central de esta serie de artículos, se puede afirmar que la evolución de las instituciones que proyectan directrices en administración pública, deberían definirse y transformarse en centros de iniciativas, que ofrezcan a la ciudadanía propuestas pertinentes de gerencia pública; menos intervencionistas en órdenes espontáneos, económicos, remunerados de acuerdo con los resultados de la gestión pública (Gestión por Resultados); se trata en realidad de lograr una efectiva colaboración entre los ciudadanos y en quienes ellos delegan el poder, para gestionar mejor las zonas de los bienes comunes ante el reiterado fracaso de la oferta política tradicional. Esta visión valora prioritariamente la conformación de un bien definido Estado de derecho y vuelca todos sus esfuerzos para evitar la concentración de poder.
El límite al poder público tiene como prerrequisito el cambio de paradigma que en nuestro país se puede dar por medio del cambio en las reglas del juego. La oportunidad surge en un escenario suigéneris que permite fortalecer al Estado, no en tamaño (lo que necesariamente implica gasto), sino en delimitación eficiente que por resultados logre colocar en un estadio más benevolente a la actual maltrecha clase burócrata; a una reorientada administración pública que guíe nuestra dinámica como país, a fortalecer los lazos ciudadano-servidor público, mediante la pertinente oferta de bienes y servicios, libre de vicios y objetivos perversos que solo nos mantendrán fuera del círculo virtuoso del crecimiento económico, el progreso y el desarrollo integral.
Es en esa orientación, que los límites deben situarse, evitando así, las anomalías evidenciadas y acentuadas recientemente. Como ciudadanos guatemaltecos que nos encontramos de cara a un nuevo inicio en la dinámica electoral, es imperativo pronunciarnos sobre los preciados límites que nos garanticen el no volver a experimentar escenarios viciados en la conducción de la cosa pública en el país; la oportunidad es ahora, y la observancia del accionar de la clase que detente en nuestro futuro el poder público, deberá ser siempre la inspiración que guíe a las próximas generaciones del lado de la administración pública y del lado de la ciudadanía en general, convergiendo en nuevos derroteros que nos hagan como nación, transitar hacia nuevos paradigmas de progreso.
