La crisis política debe resolverse adecuadamente, como Dios manda.
La gente de antes confiaba en que las averías de la gente mala no se quedarían sin recibir castigo. Esta creencia se tradujo en la utilización de dos refranes de distinta inspiración. El más conocido es “a todo coche se le llega su sábado”, para referirse a que todo malhechor, tarde o temprano, tendrá su merecido. El otro es “Dios sabe por qué tiene a los sapos bajo las piedras”, para justificar el mal destino que espera a las personas perniciosas, perseguidas por la culpa, el desprecio o el olvido.
Dios está cada vez más distante de nuestras esperanzas, en especial de las palabras. Por ejemplo, cuando alguien estornudaba, lo común era decir ¡Jesús!, una exclamación enraizada en la infancia de las generaciones anteriores y en nuestra cultura conservadora.
Además de ser muestra de cortesía, era una especie de exorcismo para que el maligno quedara fuera de donde se había metido. Sin un lenguaje económico no podemos vivir, y por eso las nuevas generaciones prefieren exclamar ¡Salud!, con una actitud más cómoda que automática. En la otra salud que se deseaba era en el brindis y ahora ya no se invoca el “hasta verte, Jesús mío”. Si la sed social se incrementó, no ocurrió lo mismo con la ansiedad de apurar las bebidas que atarantan. Antiguamente, los tragos de aguardiente estaban contenidos en vasos que llevaban en el fondo el monograma IHS (Iesus Hominum Salvator o Jesús salvador de los hombres). Ahora, ni se encuentran recipientes de vidrio con una herradura en la base.
Muchas menciones divinas han desaparecido del lenguaje popular. Una de las expresiones que cayó en desuso es “como Dios manda”, que significa “de la manera adecuada o del mejor modo”. Dios tiene mucho trabajo para ocuparse de las pequeñeces humanas y, en establecer una ley de verdadera observancia general sobre cómo deben hacerse todas las cosas.
Creímos ser felices en democracia, porque el pacto político expresado en la Constitución Política principia invocando el Nombre de Dios. Pero, con más de tres décadas de experimento democrático, seguimos dominados por la violencia y la incertidumbre.
Es hora de ser lúcidos y moderados, para resolver de la manera más apropiada esta nueva grave crisis política, pues como bien advirtió el filósofo francés Blaise Pascal, solo hay dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque lo conocen, y las que lo buscan de todo corazón porque no lo conocen.