Independiente de quién lo haga al final, si la empresa contratada, familiares o amigos, el problema es que los espacios para sepultar se agotan.
Antes de ampliarme en el tema, debo confesar que soy cristiano con mucha fe en los principios de la Iglesia católica y veneración a la Virgen del Rosario y al milagroso Señor de Esquipulas, principios bien fundamentados que dejaron los abuelos y por supuesto mi padre, el periodista Édgar Rolando Castillo Rivera. Hago la anterior aclaración para que, por la manera como abordaré el tema de la cremación en Gua
temala, no se piense que hay influjos ateístas o costumbres de otras organizaciones religiosas que practican ese tipo de final para los restos humanos.
Según la investigación periodística de Óscar Felipe Q., publicada el 11 de junio del presente año, en un medio impreso de circulación nacional, la cremación en Guatemala principió en los años 90 y los representantes del Congreso de la República lo aprobaron en 1996. Ya existe un marco legal que fundamenta ese tipo de procedimientos con los cuerpos humanos muertos. Es decir, que para los que aún piensan que es ilegal quemar cadáveres, es falso. Por supuesto que se deben cumplir con ciertos requerimientos, que son agotados por empresas que se dedican a ese negocio.
Está muy claro que la vida tiene principio y fin. Todos, sin excepción, nacemos y morimos. Nuestros padres o la ciencia médica tienen una medición mediante un cálculo de tiempo, en algunos con acierto en otros con fallas de minutos o días, pero se sabe cuándo se nacerá, lo difícil es conocer cuándo se va a morir. Los previsorios dejan todo arreglando, incluso el testamento. Otros, no le ponen atención a ese momento o no les da tiempo, son familias o amigos los responsables de ese final, que por cierto son gestiones, carreras y molestias, porque no hay nicho, no se tiene contrato funerario, dinero para esas vueltas y un lugar donde velar el cuerpo.
Independiente de quién lo haga al final, si la empresa contratada, familiares o amigos, el problema es que los espacios para sepultar se agotan, si no tiene le prestan uno por 5 años, si no se paga, lo exhuman y llevan los restos a un tiradero de huesos, conocido con el nombre de Osario. Tristemente allí terminan todos aquellos que no pudieron comprar un espacio y construir un mausoleo para dormir eternamente, para que los familiares lo visiten y le lleven flores, costumbre que se ha ido desvaneciendo con el tiempo. Es por eso que han surgido otras opciones, entre ellas la cremación.
Por supuesto se necesita tener capital para el contrato con cualquiera de las empresas que dan ese servicio, que por cierto se exceden de lo justo, hasta los kilómetros de traslado cobran como extra.
Lo bueno es que dan facilidades, de todos modos sigue siendo fuerte el valor. Si las ganancias para ellos fueron menos, tendrían más clientes comprando contratos para cremarse a la hora de morir.
Yo sería uno de ellos, ya hablé con mi familia, no quiero heredarles problemas, tampoco quiero hipocresía en velorio y entierro, suprimir esos pasos, un tanto egoísta, pero definido con lo que quiero. Detesto la contaminación, no soporto ver lágrimas mentirosas y rostros fingidos. Ellos ya saben en dónde quiero estar al final de mi vida, espero poderlo hacer y que ellos cumplan con mi voluntad.
Es más me gustaría dejar mis pocos órganos que aún funcionen para la persona que lo necesite. ¡Que así sea!