Por definición una crisis es un cambio profundo, repentino y cuyas consecuencias son importantes e incidentes en una persona, en un proceso, en una entidad, en un gobierno. En la gestión política suele confundirse (en muchos casos), dejarse de lado (la media de las veces) o hacer uso ocasional de la comunicación política como coadyuvante de un deseable buen ejercicio gubernamental. Todo el tiempo corren eventualidades. Imponderables es la denominación en una planificación exhaustiva, profunda y acuciosa.
El abordaje de una situación que se prevé será una crisis que tiene básicamente dos enfoques: (a) es evitable o, (b) no es evitable. En ese panorama hay varias consideraciones aplicables a ambas: 1) es totalmente sorpresiva o provocada; 2) tenemos o no toda la información al respecto; 3) que escalada de acontecimientos podemos anticipar; 4) llegaremos a perder el control; 5) en dónde estimamos que estará el mayor foco de atención; 6) nos produce una sensación de persecución; 7) nos produce pánico; y, 8) qué enfoque podemos darle a corto plazo. Antes y durante la crisis propiamente dicha podemos emplear varios medios para determinar su impacto, partiendo desde la (1) detección de señales (ahora las redes mediante adecuados administradores semiológicos son un efectivo coadyuvante); (2) preparación y prevención mediante una consistente campaña comunicacional, que abarque sus principales objetivos, (pero según lo dicho en el primer párrafo, lamentablemente su empleo no es el más frecuente); (3) gestión de control (que implica el manejo propiamente de la crisis); (4) acciones para la contención y recuperación del control; (5) recuperación de la confianza y (6) lecciones de aprendizaje.
En cada crisis hay una oportunidad nos suelen enseñar los manuales de gestión conductual. Ante una crisis manejada sin considerar los elementos descritos en los dos párrafos anteriores (mencionados únicamente como los contenidos a abordar, pues por limitación de espacio no puede hacerse de otra manera), estaremos ante la crisis de la crisis. Desde el punto de vista de la gobernabilidad es lo peor que puede ocurrir. Una crisis manejada sin la medición de sus impactos, determinar los ámbitos de incidencia o mejor aún de los grados de consecuencia, arribará, inevitablemente a una crisis mayor.
Ahora aparece en el panorama otro componente inexistente hace poco tiempo. Una conciencia ciudadana digital. Algunos creen que por inundar las redes de mensajes de “centros de redes”, es suficiente para encausar la voluntad colectiva hacia determinado rumbo. En efecto existen indicios para asumir que causan confusión, pero ya no es suficiente para el manejo de una crisis, mucho menos ante la administración de todo un aparato público. La encrucijada está planteada. Espero que no haya crisis de la crisis.