Sano juicio es cordura, es no volverse loco ni hacerse el loco es distinguir el bien del mal y tomar buenas decisiones.
Los seres humanos tienen la capacidad de discernir, es un ejercicio que debe definirse, practicarse y contagiarse. Ser cuerdo, tener sano juicio es un reto y una meta de cada uno. Una sociedad con sano juicio podrá priorizar acciones, asignar presupuestos y delegar a responsables capaces la administración de los recursos; esto también se evidencia cuando el liderazgo persigue una visión clara de lo que se espera lograr en conjunto.
Cordura responsable es sinónimo de liderazgo, que no se rinde, no echa culpa ni tira la toalla ante los obstáculos, sino que busca lograr lo mejor con lo que se cuenta. No tiene preferencias y es objetivo. Confronta la realidad de manera permanente, cuestiona a las partes y mantiene un alto nivel de exigencia. No le da pena caer mal a las personas por tomar decisiones que provoquen bienestar. Sin embargo, se toma el tiempo para pensar antes de hablar y sabe que cada palabra, gesto o emoción traducida a la realidad y a la comunicación con sus contrapartes, tiene una consecuencia trascendental, que genera buenas o malas actitudes, responsabilidad o descuido en acciones, trabajo bien hecho, mediocre, malo o ausente.
La cordura no la venden en la tienda, el sentido común no es de uso popular, no se logra sano juicio de un día para otro. Se requiere construir cultura y como base la humildad para verse en el espejo por dentro y por fuera y examinar con brutalidad, de qué pata se cojea. Saber que no se sabe todo, ni se puede todo. Poder priorizar la necesidad de bienestar común a la satisfacción de necesidades individuales, familiares o
amistades. El primer escenario de aprendizaje es la familia, porque seguro que si hay cordura, sano juicio, humildad y liderazgo, se puede contagiar con mayor velocidad y fuerza más allá del círculo cercano. El segundo escenario es el entorno laboral, independiente de la posición que se juega dentro del equipo: portero, delantero, gerente o mensajero. El tercer escenario es como el que diseña Arjona, se desarrolla en el tránsito, la iglesia, el club, la cuadra y sus vecinos; los lugares diversos en los que despiertos actuamos y demostramos nuestro aprecio hacia nosotros mismos y los otros
seres humanos.