María es la primera de aquellos que son de Cristo.
Este 15 de agosto se celebró la fiesta de María. La Asunción es el coronamiento de los misterios, la grandeza y las virtudes de una madre que esperó al hijo anunciado, lo trajo al mundo y lo cuidó.
Fue la única y mejor compañera durante la infancia, la adolescencia que no fue relatada, y al final en la vida pública y en el martirio.
Una madre sigilosa, orante, que asistió turbada a su muerte, gozosa ante la noticia de la resurrección, y que participó de manera activa en la vida de la comunidad cristiana naciente.
María llegó al final de su vida terrena cuando tenía unos 64 años. Expiró en la casa donde había sido huésped, sin casa propia, sin medios personales para el sustento.
A la hora de su muerte, los apóstoles que se encontraban dispersos por el mundo, decidieron reunirse todos, después de la sepultura de la madre de Jesús, para rendir homenaje a su cadáver querido.
Pero, al abrir la tumba, “no encontraron más que flores; el cuerpo había desaparecido, ya no estaba allí”.
La Nueva Guatemala de la Asunción es una ciudad dedicada a María. Vivimos, sufrimos,
soportamos esta urbe que se devora a sí misma; a la cual amamos, pero también detestamos.
Ese amor tal vez provenga de que nos reconocemos como parte y expresión de esta circunstancia de hormigón, vidrio, polvo y agua moribunda.
Pero, para merecer ser feriantes, se requiere voltear la mirada hacia los orígenes de un nombre inmaculado.
En su homilía del 15 de agosto de 2013, el papa Francisco advirtió: “El apóstol Pablo, escribiendo a los Corintios, insiste en que ser cristianos significa creer que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos.
Toda nuestra fe se basa en esta verdad fundamental, que no es una idea sino un acontecimiento.
También el misterio de la Asunción de María en cuerpo y alma se inscribe completamente en la resurrección de Cristo.
La humanidad de la Madre ha sido “atraída” por el Hijo en su paso, a través de la muerte.
Jesús entró definitivamente en la vida eterna con toda su humanidad, la que había tomado de María.
Así ella, la madre, que lo ha seguido fielmente durante toda su vida, lo ha seguido con el corazón, ha entrado con él en la vida eterna, que llamamos también cielo, paraíso, casa del Padre”.
“Maria es la primera de aquellos que son de Cristo”.