Una ley de aguas, no solo debe sancionar y regular, debe ser fuente de equidad social.
Hace una semana que volví a sentir esa extraña sensación de los peces “picándote” la piel en un río. Recuerdo que mi última vez, tenía como 13 años en el río Sis, que ahora ya de adulta lo veo y parece que ese río limpio con peces se lo llevó el pasado también.
Viajé hace poco a Lagos de Colón, este bello lugar se ubica en Chiapas a pocas horas de la frontera con la Mesilla, Huehuetenango. Es un lugar particular, el pueblo está construido alrededor donde surgen las fuentes de agua, y se forman pequeños lagos por todas partes, donde el río corre escuchándose vivo, y que con empuje se abre paso por el pueblo. Estar allí, parece de película, la comunidad protege el agua, porque no solo consumen , también viven en todos los sentidos de él, al ser un atractivo de ingresos provenientes del turismo, y claro, un lugar ideal para la “siembra de tilapias”. Me metí al río y me dio primero nervios, al ver tantos peces alrededor mío, y luego unos picaron mi cadera y me dio nostalgia, porque volví a recordar ese episodio en mi niñez, de lo común que era en Guatemala, cuando las familias iban a la Costa Sur, y paraban en el río a refrescarse del calor matador. Ahora, el ambiente ha cambiado, es difícil encontrar un río que no esté de color café, y con suerte que no apeste. Nuestra agua ya no tiene vida, me da mucha tristeza y lo peor, es que nos hemos acostumbrado ya a ese desolador panorama. En Huehuetenango el río que persigue el recorrido hasta la frontera, también está café, no alcancé a estar más cerca para olerlo. También, es lamentable ver cómo el lago de Atitlán ha cambiado con el tiempo, a pesar de ser uno de los lugares más bellos, ahora las personas lo piensan tres veces antes de nadar en él, ya que el lago no tiene desagüe natural, es decir, es como una piscina, y la cianobacteria ahora en vez de ser un cuerpo extraño que aparecía cada cierto tiempo, ahora se sabe que aparecerá anualmente en sus épocas pico, porque no se ha tenido la voluntad y la acción concreta de todos los actores de la cuenca para solucionar el problema. Estuve en San Marcos La Laguna, y el Tzununá y muchas casas tienen tubos que van directamente al lago, con el fin de emplearlo de manera doméstica, no sé si esta práctica es ilegal, pero debería, porque no existen controles, ni equidad social al acceso del líquido. Aún en esos lugares, dan bolsas plásticas, pajillas en las bebidas, lo que me lleva a decir que poco han impactado las buenas prácticas ambientales del alcalde de San Pedro La Laguna, Mauricio Méndez. Me atrevo a decir que parece una lucha de David versus Goliat; pero tengo fe que tarde o temprano tenga un efecto en la cuenca, ya que son medidas de acción racionales de corto y mediano plazo. El agua no es una mercancía es un derecho humano para nuestra existencia, el acceso y su aprovechamiento también lo es, lo que hace de vital importancia hablar sobre su uso racional y regulatorio. El ordoliberalismo de la Economía Social de Mercado, menciona que la dignidad humana debe ser respetada plenamente, y para esto se debe garantizar una sociedad democrática, y una base económica más humana, pero regulada por el Estado. En las leyes de agua que se encuentran almacenadas en alguna parte del Congreso, muchas mencionan el tema de gobernanza y soberanía por parte del Estado, así como el aseguramiento, sostenibilidad y acceso. El tema es urgente, ya no es solo porque se ve café el río, nos estamos quedando sin fuentes hídricas para el consumo humano…