Los países que invierten en las juventudes, abren la ventana al desarrollo, construyendo
la paz.
En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud. Actualmente en el mundo, habita la mayor generación de jóvenes en la historia. Es una población diversa que tiene el potencial de convertirse en una gran fuerza a favor del desarrollo y la construcción de los cimientos para un mundo justo y pacífico. La conmemoración anual representa una oportunidad para crear conciencia acerca de los retos y las adversidades que los jóvenes enfrentan en el ámbito mundial, así como su energía e iniciativa.
El tema del Día Internacional de la Juventud 2017 es Juventud construyendo la Paz para reconocer la contribución de las personas jóvenes en la prevención y transformación de los conflictos, así como en la inclusión, justicia social y paz en todo el mundo, de acuerdo con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El concepto de la juventud constructora de la Paz, es muy relevante en el contexto de la transición demográfica que vive nuestro país, ya que nos encontramos cerca de cerrar el período del llamado bono demográfico. Este es el resultado de los cambios en la estructura de la población por grupos de edad, que se da al disminuir la relación de dependencia, en otras palabras, que por cada persona en edad de trabajar, hay menos personas dependientes (menores de 15 y mayores de 65).
Las sociedades que han activado el bono demográfico, han comprendido que liberar el potencial de las juventudes depende de la inversión que el Estado haga en el ejercicio de los derechos de las personas jóvenes. Al garantizar la educación para la vida, el acceso al empleo de calidad, seguridad y servicios de salud integrales, las personas jóvenes tienen acceso al ahorro, a la seguridad social y fortalecen la recaudación de los ingresos del Estado. Los países que invierten en las juventudes, abren la ventana al desarrollo, construyendo la paz, y permitiendo espacios para su expresión y la toma de decisiones sobre su futuro, así como su participación en las políticas públicas; transforman las normas sociales para no perpetuar la discriminación y limitar el ejercicio de los derechos de las y los jóvenes, sobre todo, de aquellos más excluidos; garantizan la seguridad de jóvenes defensores de derechos humanos y construyen una narrativa positiva sobre el rol de la juventud como
constructora de la paz.