No es pretensión, pero esas son las palabras adecuadas para describir Dunkirk. Con Dunquerque o se resuella, es decir, se respira seguida y profundamente; o se respira con estertores, a pausas, como si el alma se nos escapa. Doy fe que la tensión de Dunkirk ocurre desde los primeros cinco minutos, digna de ocupar un lugar entre las mejores cintas de guerra.
Hay algo sumamente básico de lo que no hablan los libros de historia en temas de guerra: ¿qué se hace con las deposiciones de los soldados? Y con eso comienza la historia. Un soldado, más bien un niño soldado, no mayor de 20 años, quien se dispone a defecar en una ciudad aparentemente abandonada. Se aparta de su patrulla y se acerca a un jardín, mientras toma propaganda del enemigo para utilizarla como papel higiénico.
Mientras el soldado Tommy (Fionn Whitehead) se dispone a librar tal urgencia, ocurre el primer disparo, y el segundo, y el ritmo cardiaco del espectador se dispara desde ese instante. Ahora bien, Tommy se convierte en el protagonista de una historia de pocas palabras. El guion no se encuentra en grandes discursos, aunque los hay, pero los diálogos recaen en acciones y miradas. Después de todo no sabés si el soldado que acabás de conocer morirá cinco minutos después por una bala o un bombardeo. Eso transmite la producción: “no hagas lazos emocionales”.
Comandante Bolton: “Los tanques del enemigo se han detenido”.
Capitán Winnant: ¿Por qué? ¿Pues por qué desperdiciar sus preciados tanques cuando nos pueden coger desde el aire como peces en un barril?
Las escenas de acción son sumamente elegantes, si se me permite calificar escenas bélicas. El enemigo es invisible, aparece a cada tanto y acá la meta no es vencerlo, es sobrevivir. Los héroes no son los que matan más enemigos o los que destruyen más artillería. El heroísmo está en sobrevivir.
Dunkirk ocurre durante la ocupación nazi en Francia y antes de que Estados Unidos se una a la Segunda Guerra Mundial. Entonces, esta película reúne tres historias: la de Tommy, quien une todos los hechos; el episodio de la fuerza aérea, en la que Farrier y Collins (Tom Hardy y Jack Lowden) protagonizan lo que ocurre en los aires y aquello de los milagros de guerra, y lo que pasó en el canal de la Mancha, con el barco del señor Dawson y el soldado náufrago (Mark Rylance y Cillian Murph).
En Dunkirk no verá banderas ondeando. No verá escenas sentimentaloides tipo Saving Private Ryan. Verá cómo es la vida de un grupo de soldados que busca sobrevivir a cualquier costo. Si lo suyo son películas de guerra en la que se defienden causas y banderas, mejor omítala. Si lo suyo es saber qué se siente sobrevivir en un conflicto bélico, Dunquerque es su mejor opción en el cine. ¿Qué más decir? Es una película que debe verse más de tres veces.