“Pasar agosto” resulta más motivo de bromas que de preocupación.
No hay que ser historiador para descubrir que la frase “pasar agosto” para la tercera edad proviene de la creencia de que para la mayoría de los abuelitos, durante este mes, aumenta de forma significativa el riesgo de muerte producto de las complicaciones respiratorias que otrora terminaban siendo mortales. Es cierto que durante el mes de agosto fallecieron personajes ilustres como el padre Alberto Hurtado, el expresidente Arturo Alessandri Palma, una de las madres fundadoras de la República, Javiera Carrera, el historiador Francisco Encina, el literato Alfonso Calderón, etcétera.
Sus fallecimientos no necesariamente estuvieron relacionados con las circunstancias climáticas. Al otro lado de la moneda, durante agosto nacieron personajes ilustres como Eusebio Lillo, Benjamín Vicuña Mackenna, Bernardo O’Higgins, Diego Barros Arana, Federico Santa María, la escritora Isabel Allende, por nombrar solo algunos. Hace un lustro, El Mercurio realizó una estadística, a partir de la información entregada por el Registro Civil, que demostraba que en el siglo XXI la mayor cantidad de fallecimientos sucedía en julio y, por contrapartida, el mes con menos muertes ocurre en la época estival, febrero. Hecho que coincide con que el índice más alto de nacimientos se produce en enero. La razón fundamental que explicaría la mayor cantidad de fallecimientos en el mes de julio se relaciona con las enfermedades de carácter respiratorios, como la influenza, que proliferan desde mayo hasta julio. Hoy en día para la tercera edad “pasar agosto” resulta más motivo de bromas que de preocupación y claro, cuando el promedio de vida aumentó elocuentemente durante las últimas décadas, agosto ha dejado de ser un mes temible como ocurría antaño.Y no solo se trata del aumento de promedio de vida, sino además de las condiciones de esa “nueva” vida. Tener 60 años para una mujer y 65 años para un hombre era completamente distinto hace cinco décadas.
Fallecimientos recientes de padres de amigos cercanos me han invitado a cuestionar a personas de la tercera edad sobre la muerte de sus progenitores con un resultado interesante: la mayoría de los encuestados no solo ha superado la edad de vida cuando sus padres perecieron, sino que además recordaban que a la edad que fallecieron representaban una edad superior a la que en realidad poseían.