La migración es un fenómeno social consustancial a la humanidad en prácticamente todas las formas organizadas como civilizaciones. Las personas migran en busca de nuevas y mejores oportunidades de desarrollo personal o para alejarse de conflictos armados producidos en sus países de origen. Los controles que se ejercen en las fronteras establecen la dimensión de los flujos migratorios. Y también detrás de esa movilidad se desenvuelven redes que trafican con personas. Seres humanos como objeto de mercancía.La trata de personas se ha incrementado en forma sostenida en los últimos años. Los fines de ese comercio ilícito van para la realización de trabajos forzados (que es lo menos) a la explotación sexual y sus impactantes consecuencias. El último informe del Sistema de Naciones Unidas (2016), estimó un universo por el orden de los 21 millones de personas como víctimas de las redes de trata. Casi un tercio (71 por ciento) lo constituyen mujeres y niñas. Y hay otras formas de explotación como para mendicidad, matrimonios forzados, hasta para pornografía, según destacó Yury Fedotov, cuando presentó el informe el 21 de diciembre de 2016.
Nuestro territorio por sus condiciones geográficas es un punto de tránsito, como también lo es el origen de este flagelo del siglo XXI. Aquí las abismales fisuras sociales entre el muy reducido grupo que lo tiene todo y los diversos conglomerados que carecen de lo más elemental, hacen de dicho entorno el terreno fértil para la “exportación de humanos”. Los flamantes “grandes empresarios” debieran avergonzarse de las cifras en materia de ingreso de divisas. Las remesas superan por mucho la capacidad del emprendimiento de un empresariado estancado en los modelos de producción feudal sostenidos con la precariedad de una mano de obra intencionalmente poco calificada y por ello menospreciada.
Aquí en donde menos de un tercio de los jóvenes que se incorporan a la vida productiva a duras penas pueden encontrar una fuente de trabajo, se hace más que notorio que todo ello es el caldo de cultivo para el incremento local de la trata de personas.
Ayer, como cada 30 de julio, se conmemoró mundialmente el Día contra la Trata de Personas. Estas líneas pretenden contribuir en mínima forma para alertar y alentar sobre la manifestación de un fenómeno al que como sociedad debemos prestarle mayor atención. El incremento de las redes detectadas no hace sino suponer que la explotación de humanos por otros no tanto, es por demás deplorable y censurable. Las redes criminales que ven a los humanos como objeto de mercancía aumentan. Por cada menor que desaparece debe haber inmediata denuncia.