viernes , 22 noviembre 2024
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La comunicación y los libros

Las primeras formas de comunicación humana comenzaron muy probablemente con sonidos guturales y con señas, con muchos
gestos. Las huellas primitivas de la humanidad quedaron plasmadas en las cuevas con el arte. También la sola colocación de las manos en las rústicas paredes de aquellos ancestrales artistas nos dan cuenta de la necesidad de transmitir nuestras experiencias a las generaciones futuras. Es el arte, y con él la comunicación, una forma de buscar la inmortalización de los momentos y de alguna manera de los autores de tales manifestaciones.

La oralidad de la comunicación impulsó el desarrollo de las relaciones gregarias. Es el punto de partida de la civilización. La fuerza de la palabra aún es una impronta importante para comenzar una relación, para ratificar un negocio. Se suscriben los contratos sí, pero la palabra empeñada por sí sola tiene un efecto trascendente entre los participantes de lo conversado. Las palabras tienen un peso en sí mismas. Poseen fuerza, ayudan a comprender conceptos e imponen su propia naturaleza al provocar sensaciones, estimular sentimientos. Es la palabra un fundamento eminente en nuestra comprensión del entorno, ¡del universo! Esa es la maravilla. El desarrollo de las formas de comunicación no se detiene.

Posee una evolución constante; ahora nos aprisiona en el “muro” del Facebook, para darnos a conocer, para transmitir nuestras emociones. “Me gusta, no me gusta, me molesta, me da risa…” Los sentimientos básicos encerrados en un “emoticón”. Los 140 caracteres de Twitter nos obligan, en el mejor de los casos, a pensar en medio de una síntesis condicionada a ese espacio reducido para transmitir ideas o manifestarnos en general. Tal la referencia a esas dos populares redes virtuales.

Con el avance de la comunicación nace la necesidad de conservación del conocimiento científico alcanzado. Los templos de esa sabiduría lo constituyen las bibliotecas. Aquella imagen de los libros apilados en estanterías sin fin, con sus tamaños diversos, sus cubiertas multicolores, sus elaborados lomos nos desafían a reconocer la existencia de otros mundos, de otras culturas. El mundo y los universos de los autores de tales obras. Las bibliotecas y sus libros poseen el encanto de atraernos hacia lo desconocido. En una biblioteca se incentiva la curiosidad, se despiertan intereses diversos. Hace unos pocos años, con el libro virtual, se llegó a vaticinar la desaparición del impreso. No me parece tal futuro para el libro. A pesar de la comodidad de portar en chip todo un bagaje de libros electrónicos, los sentidos se recrean ante el contacto del libro, de sus páginas, de su aroma. Subrayar el texto no es lastimarle. Es corresponderle la admiración y el respeto a su relato. Ese placer podrá llegar a ser masivo en forma virtual, pero jamás sustituirá al gusto por la lectura que el libro impreso ofrece y ofrecerá por larga data.

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