Born to be blue no es precisamente una cinta biográfica al calco, es tan solo un momento en la vida de un mito, del dueño de la trompeta triste, del gigante Chet Baker. Hace meses caminaba por el Paseo de la Sexta y vi que sobre una alfombra ofrecían películas a dos por cinco quetzales. Ahí estaba el DVD, con Ethan Hawke como Baker. Lo tomé junto con un concierto de Pink Floyd y me dije “alguien tiene que rescatar estos tesoros”.
El fin de semana se cayó Internet por lo que buscando qué ver encontré la película en la caja de películas por revisar. La tomé, oprimí play y el filme atrapa desde la primera toma. Si fuera un género musical, diría que esta producción es un jazz melancólico. Comienza con Chet durmiendo en el suelo de una prisión; mientras la cinta avanza vemos retazos de su vida cuando en 1951 caminaba en el cénit de la fama, vuelta fragmentos en blanco y negro, como si el jazz, Baker y el alto contraste de una cinta en blanco y negro, nunca podrían ser separados.
La película no es miserable, y sí, hay sexo, drogas y excesos, pero ese no es el fin. Lo que nos dice el contenido es que a veces hay personas que solo saben ser tristes y de ese sentimiento construyen maravillas. Esta película no es un gran videoclip, ni es un drama que busque ganar premios Oscar, solo es una interpretación a la tristeza que motivó a Baker. Hay tres o cuatro piezas formidables, pero es “My Funny Valentine” la que rompe el corazón por la forma en la que es presentada. Hablamos de esta producción con Álvaro Sánchez, uno de los columnistas de música de Diario de Centro América, y esta es su metáfora: “Escucho ‘My Funny Valentine’ en el lugar más oscuro, mientras mis lágrimas le caen a mi vaso de whiskey, y así, tomarme de regreso mi tristeza. Eso es la película”.
Lo que intento decir es que exponerse a la tristeza no le hará daño, porque esta historia nos sienta frente a un alma que no sabe hacer otra cosa más que lastimarse. Chet mismo lo dijo, sus excesos eran producto de su deseo de sentirse en esos estados. La película no es sobre su peregrinaje por las prisiones del mundo, o su extensa carrera. Se menciona una pugna con Miles Davis y cómo una mujer pudo frenar momentáneamente su adicción a la heroína, aunque asistida por la Metadona. Tampoco presenta cuando Chet cayó por la ventana de un hotel en Amsterdam tras consumir cocaína y heroína, el 13 de mayo de 1988, a sus 59 años. No, la cinta solo ocupa un espacio de lo que el músico vivió en los años 60, una muestra de toda la tristeza que vivió, y de la dulce melancolía que su trompeta le regaló al mundo. Eso y nada más. Si la ve seguro suspirará: es un hecho.
“Time gets wider, you know. Not just longer”, Chet Baker