En 3 años se cumplirá el centenario de uno de los más convulsos años de la historia nacional. En febrero y marzo se gestó el preludio del final de la dictadura instituida en 1898, cuyo desenlace acabaría el 15 de abril de 1920. El partido Unionista, de aquella época, contó con un poco más de 60 mil afiliados. El 11 de marzo se produjo la marcha multitudinaria más importante jamás ocurrida hasta entonces. Guatemala al inicio del siglo XX contaba con una población estimada en un poco más de 1.8 millones de habitantes.
Esos temibles años de una administración autócrata, controladora, despiadada y llena de parafernalia, fue la inspiración del premio nobel Miguel Ángel Asturias Rosales para escribir El Señor Presidente. La dictadura, como apunté, fue derrocada; sin embargo, la noción de una gestión vertical y caudillista 97 años después aún subsiste. Está omnipresente en muchas de las expresiones de nuestra Guatemala contemporánea.
En 1920, en un día como hoy, nacía la Asociación de Estudiantes Universitarios. El dictador guardaba prisión. Los jóvenes de entonces ratificaban su compromiso para un mejor futuro. La búsqueda de igualdad de oportunidades inició. En esa fecha durante mucho tiempo se conmemoró El Día del Estudiante. Ahora esa emblemática aglutinación está secuestrada por una variante organizada de delincuencia con la complicidad de una administración sorda y floja.
Muchas frustraciones colectivas llenan los anales de las injusticias padecidas por grandes conglomerados. No habían transcurrido ni 3 lustros y ya se entronizaba una siguiente dictadura. La conmoción social, 24 años después de aquella primera gesta, también habría de ser emblemáticamente influyente para el futuro del país que soñaba con la democracia, la paz, el bien común, la tranquilidad, la educación, salud, seguridad y justicia para la mayoría de las personas.
No obstante, las maniobras conservadoras no resisten la tentación de extender sus tentáculos para frenar las conquistas sociales, la consolidación democrática y el desarrollo para las mayorías. De las administraciones sucedidas a partir de este segundo derrocamiento dictatorial, apenas 10 años discurrieron para imponer sombras y mantos de exclusión, así como de anulación a la participación colectiva. Y poco tiempo después de 1954, se entronizaba la corrupción y la impunidad que mantienen subsumida a la sociedad guatemalteca en su conjunto. Aquellos movimientos fueron impresionantes, pero su impacto se diluyó en la indolencia predominante. Ahora esta sociedad tiene un nuevo desafío. Una gran responsabilidad generacional estaría por asumirse o no. En unos meses lo sabremos.