Nunca ha estado muy claro el sitio exacto, pudo ser San Gabriel, Apulco o Sayula, pero un día como hoy, hace 100 años, los bajos de Jalisco vieron nacer a Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno. Al niño le apilaron los nombres de sus antepasados, tal vez como una forma de protegerlo, pues a los siete años los balazos le arrebataron a su padre y solo cuatro después perdió a su madre. Siempre con una mirada triste y tierna, reacio a dar entrevistas y a las multitudes, fumador empedernido, a Rulfo solo le hicieron falta dos obras, Llano en llamas y Pedro Páramo, para catapultarse como uno de los grandes de la literatura del siglo XX.
¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
Una vez fallecidos sus padres, una parte de la infancia de Juan Rulfo transcurrió junto a su abuela en San Gabriel, Jalisco. Los estudiosos de su obra señalan que el sitio, en el que cada año el ayuntamiento organiza una modesta ruta en honor al escritor, parece ser la fuente de inspiración de Comala, ese pueblo que el escritor imaginara para Pedro Páramo. Aunque el autor se caracterizó por utilizar el lenguaje minimalista y describir los paisajes casi sin querer, los cerros, las construcciones y hasta algunos personajes guardan similitudes con la cuna de los papás de Juan Preciado, en la que hablaban los muertos.
En imágenes
Antes de las letras, y después de abandonar el orfanato en el que conoció la depresión, Rulfo ejerció de agente de migración, aunque nunca atrapó ningún extranjero, y también de vendedor de llantas. Gracias a esta última profesión, en los años 30, recorrió México y retrató campesinos, indígenas y ruinas. Sus parientes recuerdan que para poder revelar las imágenes, empeñaba la cámara y, cuando la situación mejoraba, la recuperaba. Con un archivo de no menos de 7 mil negativos, 150 de sus piezas se exponen hasta el 10 de julio en el Museo Amparo, de Puebla.
No hizo falta más
Uno de los aspectos que más llaman la atención de Rulfo es que solo dos obras fueron suficientes para llevarlo al olimpo de la literatura universal. La primera, Llano en llamas, es una recopilación de cuentos publicada en 1953; y segunda Pedro Páramo (1955), su única novela. Muchas veces cuestionado acerca de su próximo título, que nunca llegó, por cierto, la realidad es que algunos de sus allegados coinciden en que para el mexicano crear implicaba sufrimiento. Como sea, el autor Juan Villoro tiene una mejor explicación: “¿Para qué escribir si has escrito los mejores libros que se han escrito en México?”
En pocas palabras
Hombre de pocas palabras, aunque bromista en la intimidad, fue un círculo pequeño el que pudo acercarse al genio. Por todos era conocida su poca simpatía hacía Octavio Paz y su amor-odio con Juan José Arreola. Por el contario, admiraba y mantuvo una relación de amistad con el mexicano Arturo Azuela y el guatemalteco Augusto Monterroso. Este último incluso le dedicó El zorro es más sabio, una fábula en la que alude a un escritor que, tras publicar dos títulos se alejó de la literatura.
Centenario
Con develación de estatuas, el estreno de un documental, presentaciones de libros, maratones de lectura y una ruta de homenaje en Jalisco, México celebra ya a su Juan Rulfo. En Guatemala, el escritor será recordado por el Círculo del Vagón de Lectores, el sábado desde las 10:30 en el Fondo de Cultura Económica, 6a. avenida 8-65, zona 9. La entrada es libre.