El agua es uno de los recursos más elementales para la subsistencia de las sociedades tal y como hoy las conocemos. Sin embargo, la abundancia con la que aún se le puede encontrar en el territorio nacional hace que la mayoría de las personas no preste atención a las llamadas de alerta que autoridades y ambientalistas hacen frecuentemente sobre la importancia de su uso y manejo responsable.
Además de ser un condicionante básico para el funcionamiento del cuerpo humano, el cual está conformado en tres cuartas partes por agua, así como para su limpieza y saneamiento, el líquido posee otras aplicaciones que son igualmente vitales para el engranaje social.
Ello implica un reto que exige mantener condiciones óptimas de cantidad y calidad, para que los ciudadanos puedan tener acceso a agua lista para su consumo y otros usos.
En Guatemala, la mayor demanda proviene de localidades con altos índices de densidad poblacional, pero que a la vez cuentan con limitados recursos hídricos, como las partes altas del altiplano de la Sierra Madre.
En 1990, el 79 por ciento de la gente tenía acceso a las fuentes mejoradas de agua, mientras que en 2004 alcanzó el 95 por ciento. En cuanto al saneamiento, este pasó de 58 al 86 por ciento, en el mismo período.
Aunque los datos son alentadores, también hay que tomar en cuenta que la población sin acceso al agua crece a un ritmo de 100 mil personas por año, por lo cual deben multiplicarse los esfuerzos por mantener en buenas condiciones las fuentes que se tienen y crear nuevas.
Usos del agua
El riego es el requisito número 1 para que los cultivos puedan crecer en donde la lluvia no inyecta la porción adecuada de agua. Se estima que existen 1.5 millones de hectáreas susceptibles de la utilización de estos métodos, aunque para 2008 solamente se hacía en 130 mil hectáreas, de las cuales el 20 por ciento corresponde a sistemas gubernamentales y el resto a operadores privados.
Tradicionalmente, el método más común fue el de riego por inundación, aunque en años más recientes las autoridades y el sector privado le han apostado por avanzar en la aplicación de proyectos de minirriego y por goteo, ambos de corte artesanal, lo cual beneficia primordialmente a comunidades del Corredor seco.
La demanda en este rubro es de aproximadamente 5 mil 500 millones de metros cúbicos anuales. Una escasez en esta materia causaría un gran problema de seguridad alimentaria a familias pobres y extremadamente pobres, pero también afectaría la cadena de la producción a nivel general y la provisión a los mercados urbanos.
Otro de los usos que requieren de este elemento es la producción de energía. En 2008 se calcula que un 64 por ciento de la electricidad provenía de hidroeléctricas que utilizan unos 12 mil 200 millones de metros cúbicos al año.
Las temporadas de sequía prolongada, además de dañar las siembras y la sostenibilidad de miles de hogares rurales, crean problemas en los sistemas de generación energética, que eventualmente encarecen el servicio, afectando el bolsillo de consumidores finales, así como de empresas y comercios.
La industria utiliza el agua como ingrediente principal en la elaboración de todo tipo de bebidas, así como en la producción de alimentos y en la limpieza y mantenimiento de los equipos. A pesar de la importancia que representa para este sector y los miles de empleos que dependen de ello, no existe una estimación de la demanda en esta área.
La misma situación se experimenta con el turismo, el cual, aunque no depende directamente del agua, la calidad y limpieza de los cuerpos de esta representan elementos importantes que un potencial visitante puede tomar en cuenta para elegir su destino.
Demanda
Guatemala aún tiene un cuantioso caudal en 3 fuentes, que son las precipitaciones, las aguas superficiales y las subterráneas. En las zonas urbanas el 70 por ciento de las necesidades proviene de cuerpos superficiales, y el 90 en las rurales. El resto se cubre con subterráneas. Un 19 por ciento utiliza bombas de extracción, y el 18, sistemas mixtos.
Las aguas superficiales cubren un total de mil kilómetros cuadrados, constituidas en 23 lagos y 119 pequeñas lagunas, mientras que el potencial de agua subterránea es de 33 mil 699 millones de metros cúbicos, y la demanda total se calculó en 2010 en 835 millones de metros cúbicos al año.
Los retos
De acuerdo con los datos expuestos, en nuestro país la disponibilidad es superior a la demanda actual, e incluso futura. No obstante, los efectos del cambio climático que han generado sequías prolongadas afectan la recarga hídrica para mantener los mantos freáticos. Asimismo, estos están siendo contaminados por pesticidas y químicos que son utilizados en la agricultura, así como por los procesos de descomposición en los rellenos sanitarios, principalmente en el más grande ubicado en la capital.
Adicionalmente, las actividades domésticas, industriales y extractivas que se realizan en la cuenca de los lagos más importantes del país han deteriorado la calidad del agua. El más afectado es el de Amatitlán, que debido a su cercanía con la ciudad de Guatemala recibe grandes cantidades de aguas servidas de casi 2 millones de personas.
Por esta situación, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) y la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán hacen esfuerzos por aliviar esta contaminación.
De esa cuenta, el 8 de mayo se inauguró la recuperación de la planta de tratamiento Santa Isabel II, la cual tenía 25 años de permanecer en el abandono y atendía a una población de 12 mil personas, con un caudal de 15 litros por segundo, mientras que luego de los trabajos aumentó a 50 litros por segundo y el beneficio para 43 mil habitantes de la colonia del mismo nombre y en Villa Nueva, y de su efluente el río Platanitos. Las autoridades tienen planificado rehabilitar otras 4 en el transcurso del año.
Además, el MARN mantiene en supervisión el cumplimiento del Acuerdo Gubernativo 236-2006, Reglamento para el Tratamiento de Aguas Residuales y Disposición de Lodos, el cual establece que para mayo de 2019 todas las municipalidades deben contar con una planta de tratamiento.
Los ciudadanos tenemos una enorme cuota de participación que empieza con establecer costumbres más amigables con el medioambiente; entre estas, el uso responsable del agua en las actividades diarias, así como de los productos que generan enormes cantidades de desechos sólidos y químicos, pues en cualquier momento pueden hacer inutilizable el vital líquido.
Es momento de que ciudadanos y autoridades caminen de la mano para trabajar por el rescate de los recursos hídricos y así asegurar un futuro con agua para todos y todas.