Entre los últimos días de abril y el 7 de mayo de 1945, hace 72 años, formalmente se daba por concluida la gran conflagración que conocemos como la Segunda Guerra Mundial. Con tal motivo, en 2004 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 59/26, del 22 de noviembre. Con ella recordaban que en 2005 se conmemoraría el sexagésimo aniversario del fin del conflicto que “causó una aflicción indecible a la humanidad.”
Declaró: “Exhortando a los Estados Miembros de las Naciones Unidas a que aúnen sus esfuerzos para hacer frente a los nuevos desafíos y amenazas, asignando un papel fundamental a las Naciones Unidas, y a que hagan todo lo posible para resolver las controversias por medios pacíficos, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y sin poner en peligro la paz y la seguridad internacionales.”
“Declara que los días 8 y 9 de mayo son una ocasión propicia para el recuerdo y la reconciliación y, sin perjuicio de que los Estados Miembros dediquen otras fechas a la victoria, la liberación o la conmemoración, invita a todos los Estados Miembros, organizaciones del sistema de las Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales y particulares a que observen anualmente uno de esos días, o ambos, en forma apropiada para rendir homenaje a todas las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.”
El acertado llamado al recuerdo y la reconciliación global, implica entre otros aspectos, concordia, respeto, tolerancia, diálogo y esfuerzos conjuntos por coadyuvar en el desarrollo de las naciones, sus pueblos y comunidades en igualdad de oportunidades. La continuidad de los conflictos o la sobrada disposición al enfrentamiento nos ilustra que el mundo contemporáneo dista de tales aspectos. La aspiración no debe caer.
Nunca como ahora la humanidad ha contado con los medios para procurar la desaparición del hambre, disminuir y erradicar las muertes por enfermedades prevenibles, contrarrestar males endémicos, ofrecer bienestar y condiciones de vida dignas para todos sin exclusiones, ni discriminaciones. Sin embargo, también, nunca como ahora la humanidad está tan próxima a sucumbir en, literalmente, un parpadeo a su extinción como especie, dado el poder destructivo de su tecnología armamentista.
En esos aspectos que califico como deplorables, lamentablemente nuestra sociedad no queda al margen. Peor aún, somos el emblemático conglomerado de una serie de actitudes que en nada propician la reconciliación. De hecho, hay un festinado irrespeto a la diversidad de ideas y pensamientos. Los más activos en esta nueva atmósfera de hostilidad nacional, hablan del avance de una izquierda mezquina que existe únicamente en sus mentes. A mí me gustaría un debate con claras evidencias de ideológico, en el sentido de discutir ideas desde pensamientos opuestos. No llamar ideológico a aquellas sindicaciones descalificadoras de la persona o de su pasado, ninguna idea surge por generación espontánea. Como vemos, estamos lejos de respetar nuestros recuerdos y alcanzar una franca reconciliación.