Urge educar a los hijos para prevenir comportamientos inadecuados.
Sorprende mucho que en el tema del dinero, en el que tanto los hijos como los padres estamos tomando frecuentes decisiones, no exista una normativa pedagógica.
Veamos tres frecuentes situaciones problemáticas que denotan esa omisión educativa: 1. El hijo consigue que los padres le compren lo que ve en los anuncios de televisión, aunque sea lo más caro, 2. Al hijo no le dura su “paga” en el bolsillo; es incapaz de aplazar una compra y de ahorrar, y 3. En su afán de disponer de más dinero para caprichos caros realiza apuestas online desde su teléfono móvil.
Detrás de esas conductas está la influencia de un ambiente consumista, que cifra la felicidad en tener más y más cosas, lo que requiere ganar todo el dinero que se pueda por un procedimiento fácil y rápido. Muchos adultos de hoy estamos transmitiendo a los jóvenes más la ambición de ser ricos a corto plazo, que la pasión por ser una persona culta y honesta.
En una viñeta humorística de Faro se recoge este diálogo entre un adolescente y su padre (este último está pobremente vestido): “Papá, si no me compras el Iphone, voy a entrar en un mundo de frustración. ¡Bienvenido!”
El actual culto al dinero que tanto influye en los hijos está relacionado con un fenómeno que el filósofo Jesús Arellano denomina existencia cosificada: “surge cuando se reduce la persona a cosa; eso es lo que significa en griego el término “porno”, el tratamiento de las personas como cosas. El hombre cosificado se plantea solo sus gustos y sus placeres, y los reduce a dinero. Se oculta detrás de todo eso”.
Nuestros hijos están creciendo en un contexto social en el que sus referentes suelen ser los personajes idealizados que han ganado el primer millón antes de los treinta años. En alguno de esos casos admiran la habilidad para haberlo logrado con poco esfuerzo. Un ejemplo: el propietario de un negocio de venta de autos usados que engaña a sus clientes cambiando el kilometraje sería “listo”, mientras que un empleado honrado que trabaja diez horas diarias sería un “pringao”.
Christiane Collange, una periodista francesa, menciona la picaresca de sus hijos adolescentes para sacarles dinero a sus padres: El síndrome del “¿tienes veinte euros?”, repetido con frecuencia. Inventarse deudas para que las paguen los padres. Pedir “préstamos” a los padres sin el propósito de devolverlos. Pedir dinero para algo necesario y desviarlo hacia algún capricho.
Urge educar a los hijos para prevenir comportamientos inadecuados, pero también para utilizar el dinero como medio educativo para el desarrollo de algunas virtudes humanas. El buen uso del dinero puede hacer a los adolescentes más responsables, pacientes, solidarios y generosos. Actualmente es muy necesario enseñarles la virtud de la honradez. Para ello sugiero aprovechar las oportunidades que se presentan para hablar con los hijos de esa virtud.