Tres lecciones que admirar de nuestros hermanos costarricenses.
Centroamérica es grandiosa. Vivimos en una tierra bendecida con su clima, su cultura y su gente. Cada vez que visito alguno de los lugares turísticos de nuestro país me encuentro con visitantes que recorren, mochila al hombro, los lugares más hermosos del Istmo.
“De ver, dan ganas”, dicen por ahí. Así que decidí seguir el ejemplo y empezar un viaje por las regiones de café de nuestra zona, tan pequeña y tan grande a la vez.
Mi primera parada ha sido Costa Rica. Luego de visitar productores, beneficiadores, exportadores, las oficinas del Instituto del Café de Costa Rica y el maravilloso jardín botánico del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza, no me queda más que compartirles tres cosas que admiro de los ticos, con quienes tuve oportunidad de compartir esta experiencia.
La primera lección es la sed de innovación. Aunque ya está comprobado que lo único constante es el cambio, hay factores que pueden acelerar o ralentizar el ritmo de ese movimiento. Hablando específicamente del mercado de cafés especiales, me encantó ver la receptividad de los productores para adoptar formas novedosas de hacer las cosas. Hasta cierto punto, esto tiene relación con la integración de las nuevas generaciones en la caficultura, pero para que haya apertura y motivación para ser diferente, debe también haber comprensión de que innovar es lo único que puede seguir agregando valor a un producto o facilitar el desarrollo de productos nuevos para un mercado tan exigente como el del café especial.
La segunda es la visión de largo plazo. Tuve oportunidad de compartir, tanto con vendedores como con compradores de café especial, y observé en ellos el valor de apreciar y respetar las relaciones que establecen hoy mientras piensan en mañana. Esto permite transformar gastos en inversiones, convertir clientes en amigos, generar la certeza de que un saco vendido hoy se convertirá en un contendor más adelante, y entender que los riesgos se pueden compartir si ambas partes deciden confiar.
La tercera es la importancia de compartir. Ninguna de las personas con las que tuve el placer de reunirme mostró resistencia a compartir lo que hace y cómo lo hace. Obviamente hay claves de negocio que no se revelan, pero, dentro de lo posible, compartir nos hace crecer a todos. Me gusta ver que valoran como propio el crecimiento de los demás, y, sin duda, la presión que genera liderar procesos también obliga a seguir evolucionando.