Suena la canción Born Slippy (Nexx) del grupo Underworld y nos recuerda que somos los adolescentes adormitados que viven la crisis de la mediana edad. ¿Qué hicimos los últimos 20 años? ¿Cómo va eso de comerse al mundo con la carrera universitaria? Mientras se responden, deben ir al cine a ver T2, la segunda parte de Trainspotting, película que conocimos hace dos décadas.
Los adolescentes de los años 90 seguramente nos acercamos a Trainspotting de la misma forma. Fuimos la última generación en vivir la magia de acudir a un videoclub y alquilar una cinta. Ese ritual genial y medular de la transgresión y la contracultural: podías ver películas “prohibidas” que jamás pasarían en TV nacional.
Ir con tu mara a Videocentro de zona 10, encontrar la cinta entre los anaqueles, acudir a la caja y ver el rostro de complicidad de la cajera al ver la cinta que alquilabas. Luego, ya en casa, encender la reproductora y ver cómo esa textura que tienen las cintas VHS nos empezaba a contar una historia de un grupo de adictos a la heroína y sus peripecias por tener una vida justa, según sus parámetros.
En su momento se habló de que era una apología a las drogas, pero todo lo contrario. Fue nuestra primera vez con drogas duras, entendimos eso del síndrome de abstinencia y cómo alucinar puede llevarnos al borde de la locura. En una de sus escenas nos enteramos como Renton utiliza dos supositorios de opio y, en su viaje, navega dentro de las cloacas de un inodoro. Es decir, ¿quién querría vivir eso?
Ahora sabemos que viene la segunda parte con los mismos actores, director, escritor y el único que no repite es el editor, que eso puede que sea una desventaja. Las atracciones de la cinta que vimos en redes sociales nos anuncian un trabajo hecho exclusivamente para fanáticos. Seguramente tendremos un gran manifiesto, como el que nos conquistó en 1996.
La primera cinta era una espiral autodestructiva que termina con un bebé muerto por inanición, un amigo deportista devenido en adicto por una ruptura amorosa y muerto por toxoplasmosis… como quien dice, una serie ejemplos de “no lo hagás, simplemente no lo hagás”. Mientras, la banda sonora nos programa para recordar esas historias cada vez que la escuchamos y una Escocia podrida desde sus cimientos como escenario.
Mientras nos respondemos si logramos nuestras metas de adolescentes, crucemos los dedos porque exhiban esta película y, de ser así, los invito a acudir a las salas a verla. De lo contrario tocará la vieja confiable: El Amate.