La televisión no solo sirve para ver deportes o realitys; al contrario, puede ser muy útil. Desde niño he pensado que puede ser madre, niñera y maestra, he ahí su vitalidad. Pero no ofrezco una diatriba seudofilosófica. Lo que sí propongo es reconocer un lugar decente a un aparato que es un miembro de la familia. La TV es ese juglar elegante que nos ayuda a imaginar otras vidas y a personificarlas. No nos engañemos: si nos quedamos con las noticias o con los programas en vivo, puede que terminemos decepcionados, o quizá agobiados con nuestro entorno.
Para realidad, tenemos el día a día, sea en casa o en la calle. Por ello que no hay mente que no busque –y que no merezca– un poco de ocio. La televisión nos permite ser otros y esa es su fuerza. En ella podemos ser el gladiador que derrota a un imperio, o la mujer que construye, con tenacidad, un imperio de la moda. La TV nos ofrece esas opciones infinitas. Incluso podemos ser animales, plantas y monstruos, y vivir entre la vida, la risa, el enojo y la muerte. Por ello defiendo el uso de la televisión como una herramienta esencial para distraernos, por momentos, de nosotros mismos.
En una tarde se pueden observar un par de películas, entrando escena a escena en la historia y sentir que la vivimos. Como cuando Hipatia (Rachel Weisz), en la película Ágora, iba a cambiar la historia humana con sus descubrimientos científicos antes de morir a manos de los cristianos de Alejandría. O como, al cambiar de cinta, volver a preguntarse ¿quién ganará en el duelo de miradas entre el Bueno, el Malo y el Feo en esa joya yerma y desolada que los cinéfilos amamos tanto? (Valga la mención, la única persona viva de todo el elenco es Clint Eastwood, o al menos eso dijo el día que Eli Wallach recibió el Oscar honorífico a su carrera en 2010. Cualquiera que lleve el nombre de Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez –el Feo para todo el mundo–, lo merece).
Regreso a mi tema. Entonces, “El juglar digital” será un espacio dedicado al ocio televisivo, contenido digital para esos momentos de esparcimiento. Cuando no se tiene el hábito, o las suficientes fuerzas para leer un libro, una película puede ser la opción que nos libre del tedio y nos enseñe otras realidades.