La economía ha vuelto a ser uno de los elementos clave de la agitada campaña electoral entre la aspirante demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, que chocan a la hora de valorar la recuperación en EE. UU., tras la aguda crisis y con planes casi opuestos en materia impositiva y energética.
Para el republicano, la prueba de las fallidas políticas económicas del presidente Barack Obama, de quien Clinton, según considera, no es más que la continuación, ya que se trata de la recuperación más débil, después de una crisis, de la historia de este país.
“La situación de la economía es desastrosa”, afirmó Trump en una actividad en Naples, Florida.
La economía estadounidense ha mantenido en los últimos años un crecimiento anual en torno al 2 por ciento, y Trump promete doblar esa cifra hasta el 4 por ciento o, incluso, más de imponerse en las elecciones del 8 de noviembre.
Si bien los expertos reconocen una lentitud poco habitual en la revitalización económica, también apuntan los avances en otros indicadores, como la tasa de desempleo, que se encuentra en el 5 por ciento, en un rango cercano al pleno empleo y la mitad del tope registrado en los peores momentos de la crisis, en 2010.
Visión demócrata
Clinton celebra el recorrido realizado por Estados Unidos, especialmente, tras la Gran Recesión, como se conocen los años posteriores al estallido de la burbuja financiera de 2008, aunque estima que aún queda trayecto para devolver a la clase media a los niveles previos al aprieto.
La demócrata apuesta por aumentar los impuestos a las rentas más altas para financiar los grandes ejes de sus propuestas: “Realizar la mayor inversión en infraestructura desde la II Guerra Mundial”, ofrecer acceso gratuito a la educación universitaria para las familias de bajos ingresos e impulsar la formación profesional.
Clinton no se cansa de enmarcar a su oponente dentro de la teoría económica responsable de la creación y estallido de la crisis debido a su énfasis en la rebaja de tributos para los ricos, la desregulación financiera y la falta de supervisión estatal.
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