En la iglesia colonial de Metapán, Santa Ana, El Salvador, construida en honor de San Pedro Apóstol, se encuentran cuatro catacumbas o bóvedas subterráneas ocultas bajo el piso. En ese sitio, según revela un documento católico guatemalteco, reposan los restos de fieles que un día se entregaron a la obra de Dios.
El director de la Casa de la Cultura de ese lugar, Carlos Galicia, dijo a La Prensa Gráfica que hay diferentes teorías sobre la finalidad para la que se construyeron los túneles, pero la más popular o coherente es que serían utilizadas como sepulcros para personas importantes (pudientes) o feligreses que se ganaban ese derecho con trabajo o contribuciones a la parroquia.
Revelaciones
Dicha teoría se puede comprobar en un archivo del Arzobispado de Guatemala, en el que se cita un documento que contiene los autos de la visita jurídica y canónica que hizo el 4 de noviembre de 1746 el arzobispo fray Pedro de Figueroa al curato de San Pedro Metapas, para dar los mandamientos e instrucciones al párroco de ese entonces, Francisco Xavier López de Estrada.
Uno de estos reza textualmente: “I por que en la distribución de los dros (derechos) que llaman de fábrica establecidos por legítima (¿o devotísima?) costumbre en este arzobispado se guarda la porción correspondiente a la mayor, o menor honra que se pide sepultar los cadáveres de los fieles”.
Además, al abrir las catacumbas en el siglo pasado se constató que a mediados del XIX estas cámaras fueron utilizadas como fosas comunes, durante una epidemia de cólera morbus que afectó a Metapán, por lo que fueron aterradas y selladas, agregó Galicia.
De acuerdo con la información del matutino salvadoreño, en la actualidad solo una de las cuatro cámaras está abierta al público, según el sacristán de la parroquia, Alonso Guevara, porque las otras están selladas con una puerta de gran pesor que dificulta el acceso y por inconvenientes con algunos visitantes que por no acatar indicaciones se extraviaban, ya que uno de esos espacios tenía un acceso que conectaba con los demás, pero por los mismos motivos fue cerrado.
Esfuerzo de dos pueblos
La historia señala que el templo, uno de los más representativos e intacto de la época colonial, fue construido entre 1736 y 1743.
Algunos de los metapanecos de antaño y personas interesadas en compartir parte de la cultura del municipio con las nuevas generaciones, como Galicia, se apoyan en la versión que dejó Carlos Brito en su obra Metapán, su historia, sus hombres, en 1996, en la cual se narra que el templo fue levantado gracias a la unión de dos pueblos: Santiago Metapán y San Pedro Metapán, uniendo esfuerzos con los nativos.
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