Dicen que cuando Estados Unidos invadió Panamá, el seis veces campeón mundial de boxeo Roberto Mano de Piedra Durán estaba tan borracho que quería enfrentarse a golpes con los invasores, pero él mismo desmiente esa versión a la AFP: “¡No a golpes, a tiros, que no es lo mismo!”.
El monarca, quien promueve en México la película Manos de Piedra (Hands of Stone) sobre su vida, dirigida por el venezolano Jonathan Jakubowicz, se ríe de la anécdota. Fue el 20 de diciembre de 1989, estaba en el club La Balbina, de la ciudad de Panamá.
Mientras andaba de fiesta, no menos de 26 mil militares de élite tomaban el país por tierra, mar y aire. Ante la violencia, la esposa de Durán, Felicidad Iglesias, la Fula, fue a sacarlo del bar.
Bajo fuego
“Pensé que mi mujer quería llevarme a la casa para que dejara de gastar plata”, expresa el boxeador de 65 años en una entrevista en México antes del estreno de la cinta en el país, el 4 de noviembre.
Quien lo convenció de irse del bar fue un compadre. Recuerda que al salir, miró al cielo, que se ponía rojo, blanco, azul, negro. “Y yo dije: ‘Coño, pero qué fuegos más lindos’. ‘No, compadre, vámonos para la casa que esto es la invasión’ ”.
Ya en su hogar insistía en tomar un par de ametralladoras que había comprado y salir a combatir al grito de “¡Vamo’ a defender a Noriega!”. Lo siguiente que manifiesta es que amaneció amarrado a los pies de la cama.
Su lado oscuro
Una crítica cinematográfica en The New York Times lamenta que en el filme –protagonizado por el también venezolano Édgar Ramírez en el papel de Durán, Robert de Niro y Rubén Blades– no esté retratado en profundidad el lado oscuro de Mano de Piedra.
Cuando se le pregunta a Durán a qué se debió esta omisión, echa hacia adelante su cuerpo compacto, pero sin la perfección de antaño, y contesta impulsivamente: “Mi lado oscuro yo se lo dije a ellos; yo no sé por qué el productor no lo puso”.
Con la misma rapidez con la que conectaba un cruzado luego de un gancho, dice que, por su pobreza, hizo muchas cosas.
“Por ejemplo, limpiaba zapatos, lavaba carros, vendía pan. Siempre fui un tipo trabajador; nunca hice nada malo; no andaba robando ni fumando. Yo era un tipo tranquilo”.
¿Alguna vez peleó en la calle?
¡Uuuh, a cada rato!, en los bares, en las cantinas; ese es el lado oscuro.
Quizá por discreción o por lealtad, su hermano Armando Durán dice recordar solo un pleito callejero, contra otro boxeador profesional, pero sí es crítico cuando habla de las dos grandes derrotas que sufrió el campeón.
De la primera, frente al puertorriqueño Esteban de Jesús, balbucea algo de una novia, un accidente de auto y, aclarándose la voz, concluye: “No se preparó bien”.
La segunda derrota representó la caída de un país entero y es el eje de la película.
Luego de ganarle al estadounidense Sugar Ray Leonard, Durán se convirtió en héroe nacional e ídolo del boxeo mundial. Todos querían conocerlo y convidarlo, pero tres meses después estaba demasiado gordo para pelear en su peso, y al quinto mes había tenido que bajarlo todo para darle la revancha a Leonard.
Abandonó a la mitad de la pelea, que se volvió famosa por el supuesto “no más” que soltó Durán al árbitro, una frase que el boxeador ha negado haber dicho.
La fiesta continúa
Roberto Durán boxeó como profesional desde los 16 hasta los 50 años. Protagonizó 119 peleas, 103 ganadas, 16 perdidas, lo noquearon 4 veces y mandó a dormir sobre la lona a 70 de sus oponentes, lo que le valió el apodo
Mano de Piedra.
Fue el mayor ídolo de Panamá; cayó en desgracia, para luego levantarse y volver a caer, y levantarse de nuevo.
“No tomo droga de ninguna clase. Me tomo unos tragos con cualquier persona. Anoche me la pegué buena”, dice a carcajadas que sacuden su 1.70 metros de estatura, mientras se frota las manos regordetas cuyos nudillos recuerdan raíces de árboles viejos.
Cuentan que una vez se gastó un anticipo de US$100 mil (Q750 mil) en 1 semana de festejos, pero es algo que Durán también desmiente a risas: “Me los gasté en 3 días”.
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