La ruta crítica de la criminalidad comienza con la violencia social, la cual, al no ser atendida a tiempo, escala a una dimensión casi intratable.
La criminalidad en América Latina es una problemática que ha venido en crecimiento desde finales de la década de los 70.
Conforme pasó el tiempo esa condición se fortaleció, llegando a tener el calificativo de uno de los territorios más peligrosos del mundo.
Para 1998, la Organización Panamericana de la Salud enunció que la violencia era una de las amenazas más urgentes de atender en el continente.
En la actualidad el calificativo no ha cambiado y las condiciones de seguridad tampoco son distintas; al contrario, se ha plasmado en informes, documentos y discursos, los diferentes factores que alimentan esa escalada incontenible de violencia en nuestro territorio.
En ese sentido, me llamó la atención una guía para la prevención local denominada Hacia políticas de cohesión social y seguridad ciudadana, la cual fue elaborada por el Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU Habitat) con apoyo de la Universidad Alberto Hurtado de Chile. En esa guía se identifica la ruta crítica de la violencia en Centro América. La ruta establece cómo una situación de riesgo aparentemente menor, se convierte en el camino para una escalada segura del fenómeno.
Al respecto, dentro del tipo de violencia social se incluyen rutinas de violencia cotidiana, conflicto intergeneracional (padre e hijos), abuso infantil y violencia doméstica; todos ellos con sus manifestaciones propias.
En relación a la violencia económica se incluye a los robos que podemos sufrir en la calle, derivado de la delincuencia común; pero si hablamos de violencia económica social, incluye desde los niños que realizan pequeños robos, hasta las pandillas que son responsables de la violencia colectiva.
En cuarto plano se encuentra la violencia económico institucional, en la que el crimen organizado y la protección de intereses económicos son los elementos principales.
Lo anterior se manifiesta a través del uso de la violencia e intimidación para resolver conflictos, secuestros, tráfico de drogas, tráfico de armas, trata de personas, etcétera.
La hoja de ruta crítica de la violencia refuerza que la inseguridad, antes de volverse una preocupación de seguridad ciudadana, es un problema social; a falta de tratamiento oportuno se vuelve un mal casi intratable, de ahí radica la importancia de aplicar los tres niveles de prevención de la violencia.
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