Si todo marcha, según lo anunciado, se abrirá un proceso permanente de diálogo.
El Estado de Guatemala está en camino de ponerse al día con una de las demandas más legítimas de muchas comunidades. Se trata de la atención formal a los ejercicios de consulta, que no menos de 120 localidades han efectuado en torno del aprovechamiento de los recursos naturales.
Cerca del año 2000, las poblaciones comenzaron a manifestarse, mayormente, en rechazo a la minería e hidroeléctricas, con base en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que fue ratificado por el país en 1996.
No obstante, los resultados de estos ejercicios no han sido vinculantes con las decisiones tomadas por las instituciones públicas, y no es hasta 20 años después de asumido el compromiso, que el país empieza un proceso para cumplirlo.
Si todo marcha según lo anunciado, se abrirá un proceso permanente de diálogo, en el que participarán todos los sectores, que por fin deberán ponerse de acuerdo.
Cobrará sentido entonces, más allá de la planificación anual de la obra pública, el Sistema de Consejos de Desarrollo, toda la institucionalidad y legalidad asociadas, como las municipalidades, su Código y la Ley de Descentralización.
Como ya hemos visto, una gran cantidad de intentos de recomponer la organización estatal guatemalteca, comenzando por los Acuerdos de Paz, no es de extrañar que esta nueva convocatoria sea recibida con desconfianza.
Lo que es diferente en esta ocasión, es que se busca refrendar y articular con la acción pública, demandas organizadas y expresadas desde hace casi dos decenios por grupos de pobladores que defienden sus territorios y desean nuevas formas para lograr su progreso.
Esto llevará a discutir sobre las actividades económicas del país, que tienen como fuertes pilares a la industria extractiva y generadora de electricidad por el agua en movimiento.
El asunto es trascendental, exactamente, como el vicepresidente Jafeth Cabrera planteó: “En un país tan diverso el diálogo es la paz”, yo creo que es la única manera de acabar con la pobreza y la inequidad.
Así que bienvenido el planteamiento, todos a informarse y educarse en la deliberación y en la infraestructura para la democracia participativa, que hasta ahora ha sido un vehículo potente sin conductor y sin combustible.
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