Hoy, en el Día Mundial de los Animales, agradezcamos que complementan nuestras existencias.
Hace menos de una semana sepultaron a nuestra perrita chihuahua, de nombre Perlita. No quise estar presente cuando la entregamos a la tierra. Le agradezco a esta criatura de Dios, en este Día Mundial del Animal, que haya cuidado nuestro hogar y fuera nuestra compañía durante unos 14 años. Era parte de nuestra familia y en estos días la he recordado porque era un ser desprovisto de maldad. Ratifico mi preferencia por los animales, en especial de compañía, frente a la soberbia humana.
Si creemos que los animales no tienen razón, poseen sentimientos. Perlita está enterrada en nuestro jardín, cerca de este territorio residencial que protegió. A ella y a todos los animales les dedico mi gratitud y el compromiso de respetarlos, de abogar por sus derechos.
Hoy, 4 de octubre, el mundo reconoce que los animales tienen derechos. Esto significa superar la idea que los seres humanos somos la cúspide de la creación o amos del planeta.
Peter Singer afirma que tanto los humanos, como los animales, tenemos en común la capacidad de sufrir. Esto significa que los animales tienen derecho, al menos, a no ser maltratados, no sufrir torturas, y a que no les causen dolor innecesario, más aún si es por medio de actos superficiales.
No es suficiente tomar conciencia, también necesitamos mecanismos legales que aseguren su protección. En Guatemala, la naturaleza jurídica de un animal es la de una cosa. Hay varias iniciativas en el Congreso de la República para proteger el bienestar animal. Sin embargo, debemos tomar en serio el derecho de los animales.
Así como buscamos que las cuencas acuíferas, los bosques, la biodiversidad en su conjunto y toda la naturaleza sean sujeto de derechos; parecidas razones son las que nos asisten a pensar en el derecho de los animales, y las formas de sufrimiento contra los animales en mataderos, hacinados, laboratorios, circos y zoológicos.
No se trata de ser vegetarianos para indignarse con el maltrato animal. Se trata de reconocernos parte de un mismo planeta, con condiciones iguales a ese sufrimiento. Es un asunto propio del mandato ético de respeto por los animales.
Son esenciales para la dieta de los hombres y mujeres; muchos contribuyen a las labores cotidianas de las personas (como los perros, que cuidan los hogares; o los caballos, que son empleados como medios de transporte).
Están también los que sirven de compañía. Todos resultan esenciales para conservar el equilibrio natural del planeta. Además, son una fuente inagotable de gozo y bienestar, por su belleza y gracia naturales.
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