Hace poco tiempo se celebró el día de las personas sordas y un excelente periodista y conductor radial, Luis Felipe Valenzuela dedicó un programa a la música del genial, Ludwig van Beethoven.
Aparte de disfrutar muchísimo de la música, me puse a considerar el tema del lenguaje políticamente correcto, que hoy se usa para referirse a las personas que por alguna razón se ven limitadas en alguna de sus capacidades.
Anteriormente, a cada una de esas limitaciones se le daba un nombre diferente y era socialmente aceptado que a alguien se le describiera como sordo o ciego, u otra denominación, según la limitación que le afectaba, pero hoy en día, desde una visión de derechos humanos, esos vocablos se consideran peyorativos y se utiliza el término “personas con capacidades diferentes “.
Aunque el término sea correcto, en realidad no tiene un significado preciso, pues todas las personas tenemos capacidades diferentes. He conocido a muchas personas que se describen a sí mismas, como ciegas o sordas, con la mayor naturalidad y sin complejos; y son muy exitosas, pues no han permitido que limitación alguna les impida desarrollarse a plenitud.
Hay muchos ejemplos de ello en toda actividad humana. Lo más importante es que han obtenido todos sus logros, a pesar de que la sociedad no suele estar preparada, ni organizada para verlos como iguales en derechos, ni suele brindarles oportunidades para desarrollarse.
Por el contrario, en edificios públicos y privados con barreras arquitectónicas, ascensores, organización del tráfico, sistema educativo, mundo laboral y otras dimensiones, las personas con “capacidades diferentes” suelen enfrentar múltiples dificultades y discriminación; cuando logran salir adelante es por sus propios medios, por el esfuerzo de su familia y, en algunos casos, gracias a la existencia de fundaciones privadas que les brindan atención y servicios apropiados.
Más que un lenguaje políticamente correcto, se necesita el respeto a los derechos de todas las personas sin discriminación alguna y recordar, que respecto a todo titular de derechos hay portadores de obligaciones, siendo ellas responsabilidad del entorno familiar y social, pero también del Estado, que debe proveer los servicios y bienes necesarios para el desarrollo humano de todas y todos.
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