La situación de inequidad en la que vive la niñez en Guatemala es algo preocupante, por años ha tenido el rostro de niña, indígena, rural y pobre.
El próximo sábado se celebra en el país el Día del Niño y la Niña, lo cual trae a la reflexión obligatoria de la situación en que se encuentra esta parte de la población y la brecha tan grande que existe en la condición de un menor y otro; es decir, la inequidad en educación, afectividad, protección y oportunidades tan variadas que tiene la niñez en un territorio tan pequeño.
Es difícil pensar en una celebración de esa naturaleza cuando, aún sin tener cifras exactas, sabemos que hay menores de edad que comen solo una o dos veces al día, que caminan kilómetros para poder llegar a una escuela, otros mueren por enfermedades tan sencillas de tratar, pero tan complicadas a la vez porque no hay ni un centro de salud; pensar que hay peores condiciones que las plasmadas en este párrafo.
Según cifras de Unicef Guatemala, a través del índice de Gini, el cual establece en qué medida se aleja la distribución del ingreso entre hogares de una economía, a la de una distribución equitativa, donde 0 representa una equidad perfecta; el país alcanza un punteo de 52.4. Asimismo, en el informe denominado Más Inversión, se identifica a la equidad como “una forma de garantizar todos los derechos para todas las personas en todos los lugares, independientemente de su sexo, raza, ingresos económicos, capacidades físicas o cognitivas, ubicación geográfica o cualquier otra condición.”
En ese sentido, es innegable que la inequidad en Guatemala es algo preocupante y por años ha tenido el rostro de niña, indígena, rural y pobre.
En un país como el nuestro, sería importante que la celebración del Día del Niño y de la Niña tome otro rumbo, en lugar de llevar a nuestros hijos a comer y darles un regalo enseñándoles el consumismo, porque al final se vuelve algo tan comercial como muchas otras celebraciones que se dan en el transcurso del año.
Mejor busquemos formas de contribuir a que esta situación mejore y no lo digo solo por este día, hagamos la diferencia cualquier día del año.
Invitemos a comer a un niño o niña que veamos vendiendo dulces o lustrando zapatos; no desprecie a un menor porque le pide dinero para comer, dele comida (no dinero), él o ella es el último culpable. ¿Le vamos a cambiar la vida en ese instante?
No, pero sí podríamos cambiar la perspectiva de ese menor; usted no se imagina si está ayudando al futuro doctor que lo atenderá en 20 años.
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