El indio es un exiliado en su propia tierra, por toda clase de segregaciones.
Este 22 de septiembre se cumplirán 31 años del fallecimiento de Manuel José Arce en Albi, Francia. Es recordado por su pintoresquismo y amenidad en el hablar y escribir, como el autor de los cuadros de costumbres contenidos en su Diario de un Escribiente, o por su obra poética y dramática. No es reconocido como un intelectual y escritor comprometido con la mayoría de la población necesitada de justicia, trabajo y libertad.
Es primordial recuperar su pensamiento político y crítico para dimensionar en mejor forma su compleja personalidad. Manuel José advirtió en 1984, que la persecución sistemática contra los intelectuales y la consiguiente destrucción de las expresiones culturales, operada en el país durante 30 años, tenía un propósito: “la destrucción de la identidad nacional” y que, en Guatemala, como país sometido, “toda forma de identidad representa resistencia” (1987:75-85).
Según Arce, el alcance de la agresión iba a algo más profundo como lo es “la raíz indígena de nuestro pueblo”, pues la mayoría de la población es culturalmente indígena. Sin hacer referencia a los rasgos raciales, ni a la población vernácula que perdió su cultura ancestral e identidad, Arce concibió al indígena, como un producto de la resistencia.
Las condiciones de servidumbre han delineado su perfil, acercándose a la definición de Severo Martínez Peláez: “Indios son en Guatemala los individuos que conservan características de los nativos concentrados y remodelados en los pueblos bajo las presiones del régimen colonial”. (1985:18).
Esta cultura de resistencia constituía para Arce “un obstáculo para la política de enajenación nacional puesta en práctica por los gobiernos de antes de 1944 y por los posteriores a 1954”, provocando una mortandad y un éxodo cuyas dimensiones y consecuencias aún ignoramos.
Manuel José rechazó el concepto de exilio, por ser negación de la persona. Esto lo aprendió de los indígenas, que “han pasado medio millar de años luchando silenciosamente en la defensa de su condición de seres humanos”. Considero que la historia de la literatura guatemalteca es inseparable de la historia del exilio de sus escritores. Si bien niega el concepto tradicional de exilio, afirma que el indio es un exiliado en su propia tierra: por “el idioma, las leyes, el Gobierno y las clases que lo esclavizan, la religión, la arquitectura, las costumbres, la manera de vivir y de morir”.
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