viernes , 22 noviembre 2024
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Lejos del buen sentido

El arte de gobernar necesariamente debe contener un componente ético.

El hombre masa de Ortega y Gasset, el hombre mediocre de José de Ingenieros, los tontos útiles de los que hablaba Lenin tienen un denominador común: son personas altamente vulnerables, irreflexivas, poco críticas y; por ello, presa fácil para ser instrumentalizadas por aquellos que ejercen el poder atendiendo a intereses sectarios e ilegítimos.

Al parecer, el mundo está lleno de personas con escaso criterio y, en consecuencia, manipulables por quienes, al ejercer el poder, lo hacen inescrupulosamente. De ello se benefician tanto las sociedades de consumo como los políticos oportunistas. No obstante, hay que resaltar que la política constituye una herramienta de dominación de intereses económicos establecidos, con el fin de continuar con los privilegios de unos pocos.

Es común entender que la política, para cierto sector de la población, es el ejercicio del poder al margen de la ética. Pero, ¿tal interpretación tiene que ser así? o ¿simplemente lo han hecho de esa forma los que la pervierten? El arte de gobernar, que tiene por fin la justicia y la armonía en sociedad, necesariamente debe contener un componente ético, de lo contrario se convierte en perversión de la política, es decir, en politiquería.

El poco criterio que se traduce en ignorancia de los que se someten al poder, el miedo, la intimidación y las mentiras de los que lo ejercen, constituyen elementos para que el ejercicio del poder, por personas inescrupulosas, se haga realidad. Para estos el poder hacer cede su lugar al poder sobre, que constituye el dominio sobre las personas y la cooptación de su dignidad.

La educación domesticadora, los medios de comunicación, estudios de mercado, estrategias de publicidad y neurociencia aplicada a las ventas son herramientas que en manos de personas deshonestas sirven para adormecer conciencias, alienar a la población y servir a las élites dominantes.

El fin es enajenar a la mayor cantidad de personas y, para ello, no solo se valen de la alienación formativa, sino también recurren al licor, a las drogas, a las novelas, al futbol, en fin, a todo tipo de distractores que adormecen las conciencias para evitar que las masas piensen. Disminuir el estado de conciencia de las mayorías, construyendo realidades ficticias paralelas con la finalidad de cosificar y mutilar su humanidad es lo que se hace realidad en esos sistemas.

 


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