Es preocupante y alarmante que diariamente se pierdan vidas humanas por la incontrolable vorágine de violencia que vive el país. En la actualidad mueren más personas por hechos delictivos que en los 36 años que duró el conflicto armado interno. ¡Valga la comparación! ¿Será posible que las calles del territorio nacional sigan convirtiéndose en un constante campo de batalla entre pandillas? No puede ser que por culpa de mentes endiabladas y venganzas estúpidas muera gente inocente que no tiene ni arte ni parte en esos enfrentamientos sanguinarios.
En consecuencia, para las y los guatemaltecos se ha vuelto un verdadero calvario salir de casa hacia el trabajo, centros educativos o realizar cualquier gestión, no digamos abordar algún bus urbano o extraurbano, pues en cualquier momento temen ser víctimas de un atentado en el cual alguna bala perdida termine con su existencia o la de su familia.
La persistente zozobra y el estado de psicosis a la que esta ola delincuencial nos tiene sometidos, el miedo de ser asaltados o presenciar algún hecho por donde nos conducimos, es el pan de cada día. ¿En qué momento perdimos la cordura y dejamos que se adueñaran de nosotros los demonios de la criminalidad y la indiferencia?
Según registros del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), cada día perecen en el país más de 15 personas por acciones delictivas. Basta con ver, escuchar o leer algún medio de comunicación social, sea este televisivo, radial, electrónico o escrito a la hora que sea, para enterarnos que acaban de asaltar o de asesinar en alguna parte de la nación a alguien que trabajaba como piloto de camioneta o ayudante, taxi, pasajero, vendedor rutero, algún dueño de negocio, etcétera.
Ejemplos sobran de la descomposición social y salvajismo que atravesamos, uno de ellos: los restos humanos encontrados en 3 costales el 30 de agosto de este año, de 3 personas mutiladas en la colonia Las Margaritas, El Búcaro, zona 12, jurisdicción de Villa Nueva, entre otros casos reportados ese mismo día, al mejor estilo de las películas de terror hollywoodenses.
Si bien es cierto que el Estado debe garantizar la seguridad de las y los ciudadanos (artículo 2 de la Constitución Política de la República), también es cierto que la ciudadanía debe involucrarse en las acciones contra la delincuencia que implementan las instituciones encargadas de la seguridad para coadyuvar en el fortalecimiento de las mismas.
Insisto que los principales desafíos son: por un lado, que las entidades encargadas de la investigación y persecución penal hagan uso de la información y sistemas de análisis que la tecnología ha puesto a su disposición para la identificación y procesamiento de los que se burlan de los procedimientos establecidos en la Ley. Y, por el otro, que la población denuncie cualquier tipo de violencia que se manifieste a su alrededor. Guatemala, merece un futuro sin el estigma del crimen y la violencia en el cual las nuevas generaciones puedan crecer y desarrollarse sin el miedo de ser alcanzados por los proyectiles asesinos.
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