El asesinar a un ser humano por encargo, tomar la justicia por sus propias manos, no es vivir en paz. Los guatemaltecos tenemos una responsabilidad mutua.
Desde el 29 de diciembre de 1996 se firmó la Paz en Guatemala.
Lejos de la teoría y los cuestionados “acuerdos”, no hemos comprendido la dimensión de lo que significa esa palabra para vivir en paz, para no destruirnos unos con otros, para ser respetuosos del orden jurídico que establece el comportamiento humano, lo que se debe y no se puede hacer. Este año será el 20 aniversario de ese proceso que llevó tiempo para articularse. Ahora Colombia se suma a la lista, tiene ejemplos en Latinoamérica de qué se debe hacer y cómo no se debe proceder.
Muchos se han preguntado en el mundo: ¿si los guatemaltecos firmaron la paz hace dos décadas, por qué se siguen matando entre ellos? Se supone que lo principal cuando se termina un enfrentamiento armado interno es cambiar los comportamientos que han dejado dolor y luto en las familias. No es para que se reorganicen grupos antisociales, que luchan por territorios para el trasiego de estupefacientes, extorsiones, sicariatos. Aquellos acuerdos firmados no fueron solo para guerrilleros y militares. Se supone que la palabra paz, paz, paz, involucra todos los principios de amor, tranquilidad, convivencia y respetar los límites de los derechos humanos.
El asesinar a un ser humano por encargo, tomar la justicia por sus propias manos, no es vivir en paz. Los guatemaltecos tenemos una responsabilidad mutua. No es solo el Gobierno el responsable y culpable. Somos todos los que articulamos el Estado los que debemos aportar, cada uno desde su lugar, principiando con abrir el alma y ver la fe de Dios como nuestra salvación. El estar al margen de los principios cristianos, es vivir en la oscuridad y eso significa perder el respeto a la vida de los demás, no amar al prójimo, ver de cerca la muerte y la maldad que ciega.
Por un momento cerremos los ojos y pensemos en lo que nos recomendaba John Lennon, “imagina a toda la gente viviendo la vida en paz”. Sería extraordinario, se terminaría el mercado de armas, drogas, sicariato, egoísmo, envidia, temor. Harías de tu vida una alegría y siempre habría en tu rostro una sonrisa para los demás. El miedo sucumbiría ante el amor y la paz entre los seres humanos. Sin espacio para mentes satánicas. Las actitudes vendrían desde lo positivo y eso nos encaminaría a un desarrollo total.
Pero nunca avanzaremos, si todo continua igual o peor. Tenía razón Golda Meir, cuando decía: “Nosotros decimos paz, y el eco nos vuelve del otro lado diciéndonos guerra”. Las palabras sabias del maestro que murió por nuestros pecados debe continuar repicando en nuestros oídos, “amémonos unos a los otros”. De otra manera seguirán muertes en las calles, disparos a cualquier hora, cuerpos quemados vivos. Demostremos que la firma de la Paz, no fue en blanco y negro, que los acuerdos establecidos son tan importantes como respetar la vida de los demás. Guatemala quiere paz.
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