Es importante que la comunidad no sea solo un receptor más, sino que ejerza su rol como agente de cambio dentro del ámbito de la seguridad ciudadana.
Algunos países tienen en común que, en cuanto a la violencia, las tasas de homicidios por 100 mil habitantes son de las más altas a nivel mundial. Asunto que nos confirman estudios, informes de agencias internacionales y las estadísticas policiales. También es sabido que hay naciones que se destacan por tener experiencias ejemplares en la prevención del delito, como es el caso de Chile.
Al respecto, el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile ha realizado investigaciones sobre la aplicación de la prevención del delito en América Latina y los programas preventivos comunitarios que han sido clave para la reducción de la violencia; haciendo énfasis en la importancia de diseñar nuevas estrategias en materia de seguridad ciudadana.
En su boletín sobre prevención, el Instituto establece que las estrategias deberían contar con 4 etapas secuenciales: el diagnóstico, el plan, la gestión y la evaluación. Ahora bien, en cada etapa es necesaria una serie de actividades para alcanzar el propósito. En la fase de diagnóstico, se debe identificar los problemas de violencia y delincuencia, identificación de quienes ya participan y se desarrollan en actividades de prevención, caracterizar a la comunidad de forma social y física, definición de problemas prioritarios y validar el diagnóstico junto a la comunidad.
Durante la elaboración de la estrategia es necesario identificar los problemas prioritarios, identificar posibles socios para trabajar contra la delincuencia, visualizar soluciones, obtener apoyo y compromiso de la comunidad, asimismo, la inclusión de modalidades y espacios de evaluación. Las últimas dos etapas se definen en la gestión y aplicación de la estrategia, y por último, el seguimiento a través del monitoreo y evaluación.
Las cuatro etapas se ven enmarcadas en la comunidad, especialmente cuando deja de ser solo receptor y entiende su rol como agente de cambio dentro del ámbito de la seguridad ciudadana.
Al final se concluye que, para que la prevención comunitaria tenga los efectos deseados, es necesario suplantar las prácticas violentas por formas alternativas; es decir, si se identifica un lugar donde haya presencia de delitos, es urgente promover prácticas que conviertan a la comunidad en protagonista. Hacer de un problema una oportunidad.
Deja un comentario