Las ciudades no solo concentran riqueza.
Preocuparse por la condición de la ciudad, y la calidad de vida de las personas que viven en ella, es más urgente que nunca. Las razones son diversas. Las ciudades concentran gran parte de la riqueza de un país. Si se consideran las 600 mayores ciudades en el mundo, estas concentran un 61 por ciento del Producto Interno Bruto global (PIB), y las primeras 23 megaciudades de ese listado tienen el 11 por ciento del PIB. En América Latina, cerca de un 90 por ciento del PIB regional se produce en zonas urbanas.
A medida que las metrópolis aumentan de escala, también suben los consumos de recursos y energía. La alta concentración de aire contaminado en más de una docena de nuestras ciudades es efecto de la alta motorización; el transporte, además del consumo en calefacción, entre muchos más, es un reflejo del crecimiento ineficaz. Esto inevitablemente conlleva a un gasto importante del presupuesto municipal, lo que debe incluir no solo la operatividad, sino también la mantención de la misma y, que por lo mismo, requiere de eficiencia y sustentabilidad en el tiempo. Debemos enfrentar a la ciudad como un organismo eficiente en cuánto y cómo consume sus recursos en un sentido de economía circular.
La huella humana ha sido en parte causante de los cambios climáticos cada vez más evidentes, y cuyos efectos (aumento del nivel del mar, inundaciones producidas por tormentas, la intensificación de lluvias, las devastadoras remociones en masa, entre otros) impactan las ciudades y a quienes viven en ellas. En el reciente Congreso Internacional de Áreas Metropolitanas, organizado por el Ministerio del Interior de Chile y el Banco Interamericano de Desarrollo, se mostró que las ciudades no son solo lugares de concentración de riqueza con una alta calidad de vida. Al interior de estas crecen diferencias que se polarizan a medida que la ciudad se desarrolla. La polarización espacial de la segregación de pobreza y riqueza urbana ha aumentado en las últimas décadas. Una misma ciudad tiene realidades territoriales diferentes y, por ende, oportunidades muy limitadas para las personas más pobres y vulnerables.
El territorio urbano es el lugar donde se crea la identidad de los ciudadanos y, a su vez, donde se incrementan sus diferencias. Como nuestro futuro depende del futuro de las ciudades debemos sumar las capacidades necesarias para recuperarlas de sus falencias.
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