El género es una construcción cultural, social e histórica.
En la década de 1970, surge el llamado enfoque o perspectiva de género como respuesta a las interrogantes teórico-metodológicas planteadas por las asimetrías y desigualdades entre hombres y mujeres en función de su sexo. Según algunos autores, esta nueva visión constituye la innovación cognitiva más importante de los últimos 45 años en las ciencias sociales.
El género se define como una construcción cultural, social e histórica que, sobre la base biológica del sexo, determina normativamente lo masculino y lo femenino en la población, así como las identidades subjetivas y colectivas. También condiciona la existencia de una valoración social asimétrica para hombres y mujeres, y la relación de poder entre ellos.
Los estudios realizados en este campo desde la perspectiva del estatus o prestigio social y los análisis de las relaciones sociales, así como la teoría de los sistemas de poder, han contribuido no solo a generar conocimientos sobre las mujeres, sino además a vincular mejor y en forma más significativa esta temática con aspectos más globales de la sociedad. En el presente, la idea de que el desarrollo beneficia o perjudica en forma diferenciada a hombres y mujeres es mucho mejor aceptada y más fácil de entender.
La incorporación del concepto de género a la terminología de las ciencias sociales lleva a que no sea utilizado particularmente por las distintas autoras y autores; la gama de significados y enfoques es amplia. En ocasiones reemplaza a la variable sexo, en otra, es sinónimo de mujer. Hay quienes lo consideran un sistema de estatus y prestigio, y quienes lo ven como el reflejo de jerarquías sociales derivadas de la división social del trabajo.
Si bien no es una hipótesis acabada, ni tampoco hay aprobación unánime en torno a ella, la concepción de género permite analizar la inclusión de las mujeres en la sociedad comparada con los hombres. Esto significa entrar a debatir qué sucede con las relaciones entre varones y mujeres en esta colectividad y cómo se puede lograr la equidad en esta esfera. Manifiesta, en última instancia, que es preciso humanizar la política y hacerla para las personas, lo cual conlleva tomar en cuenta no solo los factores macroeconómicos del quehacer social, sino también lo cotidiano y sus interrelaciones con la vida de estas mujeres.
Actualmente, se ve con claridad que existen algunos problemas más vinculados al entendimiento entre hombres y mujeres, así como a la forma en que se estructuran las relaciones de poder, que no se resolverán por sí solos, al menos a mediano plazo.
Lograr una inserción equitativa de las mujeres en la sociedad sigue siendo un asunto complejo.
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