El tráfico era una pesadilla, pero Álvaro Sánchez llegó puntual a la entrevista en el Café Casa del Paseo de la Sexta, con todo el tiempo del mundo.
En 1995 formó, sin saberlo, su primer collage a partir de una serie de fotografías. Ahora su obra se caracteriza por estar orientada a la introspección, el espíritu del ser humano y a la muerte, no desde el punto tétrico, sino como lo inevitable, el transcurso de desprendimiento del cuerpo.
Siempre carga su libreta de notas, las ideas llegan en cualquier momento, según explicó. La exposición y venta En Lenguas, su nueva muestra, se inaugura el 11 de agosto a las 6:30 en el Museo Ixchel de la Universidad Francisco Marroquín. En esta entrevista detalló los porqués de su trabajo.
La música, su génesis
Álvaro es un artista plástico, su especialidad es el collage, recordando su adolescencia se definió como un “puberto ultra súper perdedor”. La música jugó un papel fundamental en sus inicios en el arte y rememora: “Toda esa energía –recuerdo- me ponía en un estado, como que todo estaba bien, con los años empecé a descubrir más bandas y su estética”.
De la mano con la música, los libros le han señalado el camino: “Mi abuelo nos dejó unos de historia del arte, en ellos había una parte de arte moderno y hablaba de Picasso, quien junto a Jack (Kirby) acuñaron el término collage”. Desde entonces empezó su historia de amor con la técnica que le ha acompañado toda la vida y con la que piensa seguir evolucionando, “la facilidad de agarrar elementos de diferentes universos y contextualizarlos en otros, eso me gusta y funciona, se adapta a lo que necesito”.
Nunca tomó clases de pintura y ser artista en Guatemala, en sus propias palabras, es un acto de valentía; antes de llegar a ser quien es ahora, el camino fue cuesta arriba, no de fracasos, sino de aprendizajes. Sus obras artísticas, con características que salen de lo común, estaban tan a la vanguardia que no pudo empezar a exponer en Guatemala, sino en el extranjero. En el 2000 hizo la primera exposición en el país, que resultó ser una buena fiesta, pero se fue con los bolsillos vacíos, a ella se le sumaron rechazos de galerías. Hoy, 16 años más tarde, todo pinta diferente y, aunque no le guste el apelativo, es el ilustrador de moda.
La muestra
Su proceso creativo es trascendental, en un momento se deja llevar, “siento que hay un punto en el que ya no la piensas tanto, sino que a partir de una imagen empiezas a armar y…, tu cabeza se va para otro mundo”. Sin embargo, la disciplina también entra en escena, hacer una pieza no es una cuestión de azar, sino que tiene el propósito de ser un espejo para el espectador, que este encuentre algo propio en la obra.
Sus piezas incluyen un fuerte simbolismo que puede llegar a ser tomado como irreverente. “Una parte de anatomía, pero creo que tiene mucha carga de tipo sexual ahí, que rompen con la cruz”, señaló, y agregó que la verdad absoluta no existe, cada quien puede interpretar su obra desde diferentes perspectivas.
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