Frente a un juez de sentencia, que en lugar de la Biblia tiene un código penal en sus manos.
Muchos hoy lamentan haber perdido el juicio, no solo el jurídico, sino el mental, y se enfrentan dolorosamente a un juez de sentencia por no haber reconocido en su momento la frágil línea que separa el bien y el mal. Somos propensos a ser malos en todo momento y el origen es la desobediencia y la infidelidad por apartarnos de Dios, y eso es signo de debilidad para caer sensiblemente en la tentación de apoderarse de lo que no nos corresponde, por la vanidad de sentirnos poderosos o enriquecidos, por la haraganería y la renuencia al trabajo.
En este mundo de existencialismo, el mal ha entrado a la sociedad y a aquellas comunidades que en un momento de la historia fueron modelo de honradez y de respeto a las más elementales normas de conducta, por estar separados de Dios y de Su Palabra que enseña “quien teme al Señor aborrece lo malo, el orgullo, la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso”. Muchos por ceder a la inmoralidad y a la tentación están sufriendo consecuencias y en lugar de estar delante de un Juez justo, de nuestro Legislador, quien no mandará a la cárcel sentenciados, sino absueltos en el sacrificio de su hijo Jesucristo, están frente a un juez de sentencia, que en lugar de la Biblia tiene un Código Penal en sus manos, para hacer valer la ley porque “posee autoridad para instruir, tramitar, juzgar, sentenciar y ejecutar el fallo en una causa” (Diccionario Jurídico Elemental de Guillermo Cabanellas).
¿Por qué llegar a este punto? Los adolescentes que se encuentran involucrados en las pandillas dicen que por abandono de sus padres, por falta de cariño, de atención. Muchos huérfanos han escalado con esfuerzo y sacrificio puntos claves en la cima de la vida, también hay muchos “jovencitos bien” procesados, muchas personas con recursos están en la cárcel. La respuesta es que se separaron de Dios, que no recibieron la instrucción, ni fue construida su vida con bloques de moral y no hubo fortaleza de principios de respeto al prójimo. Hoy no están frente a un juez de paz, de tranquilidad, sino frente a uno de sentencia que los mandará a la esclavitud de sus propias concupiscencias. Algunos se arrepentirán y volverán como el hijo pródigo, arrepentidos, con un propósito en la vida. Otros seguirán por el mal camino, a la perdición, sin Dios, sin amor y sin esperanza.
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